La ocasión la pintaban calva, y no la quise desaprovechar; me encontraba eufórico y radiante tras cancelar súbitamente por causas laborales mis inmerecidas vacaciones en Tenerife. Allí, en las desafortunadas islas, se quedó Marta saboreando los últimos baños del invierno, y mi sensación de pringao se acrecentaba mientras permanecía encapsulado en el asiento de la clase turista de mi vuelo de Spanair.
El cambio de hora fue la puntilla definitiva: 2:30 a.m. del martes 10 de diciembre de 2008 cuando por fin concilié el sueño en Majadahonda, y cuando por fin desconcilié definitivamente vida laboral y familiar.
Pero ese martes 10 de diciembre tenía un especial regalo reservado para mi en compensación; el gran Agux me despertó violentamente en mi puesto de trabajo, a eso de las 11:00 a.m., con una llamada a Boadilla D’or que me convocaba a un gran concierto de Blues and Boogie Woogie para esa misma noche; los artistas invitados eran un trío de ilustres desconocidos que desafiaban con sacarme de mi plácida ignorancia, y también musical, los Lluis Coloma Trío.
La cita a la que acudí sin dudar era en el Café Central, próximo a la plaza de Santa Ana, donde a mi paso tenía lugar un minibotellón que me recordó otras batallas no menos ilustres. Por unos instantes me vinieron a la mente las peleas que los chavales griegos mantienen estos días contra el poder establecido; ¡ánimo chavales, desde aquí todo mi apoyo; disfrutad con unas cargas policiales ahora que sois jóvenes!
Por fin llegué impuntual a la cita; Agux ya había tomado el puesto, aparentemente privilegiado, a escasos 2 metros del escenario. Todo parecía rodar a la perfección hasta que Agux me comentó al oído una revelación que minutos después se tornó en trágica: ‘Desde este sitio no se ve la mano izquierda del pianista, y esto es básico en el ritmo del Boogie Woogie’. Una nauseabunda bilis se trasladó violentamente desde mi estómago hasta casi el gaznate; presagiaba lo peor.
El trío formado por Lluis Coloma, al piano, Manolo Germán, al contrabajo, y Marc Ruiz, a la batería, nos deleitó durante casi 45 minutos en un primer acto en el que alternaron temas y otros temas. Mientras la emoción de la música recorría el suelo del café hasta nuestros pies, la cabeza de Agux se inclinaba una y otra vez en busca de la mano izquierda, la puta mano izquierda del pianista, que se escondía tras el cuerpo y la coleta de Coloma. Algo fallaba, y yo no acababa de entender el qué.
Al pasar unos minutos sucedió lo que tenía que suceder, lo inevitable; el pianista se vino arriba y se atrevió con un stride piano (no confundáis con ‘strike’ o 'strange', paletos), a pesar de la advertencia de Agux, que volvió a susurrarme lo arriesgado y virtuoso del compás elegido. Impaciente esperé a que acabara la pieza, con el corazón palpitando entrecortado, las manos sudorosas como cuando te atizas el primer pelotazo de whisky, esperando la opinión de Agux: Demoledor finalmente: ‘Mal; el ritmo mal; no ha seguido las octavas correctamente’.
Durante el descanso, antes del segundo acto, intenté levantar el ánimo de Agux, y al no conseguirlo se dirigió sin vacilar hacia el escenario para charlar con Coloma, al que le soltó un doblete indescifrable, aprovechando también la ocasión para invertir unas perras en 3 ó 4 CDs de regalo navideño para Belén; incluso le animó a que se los dedicara: ‘Para Belén, con cariño de Coloma’.
El mazazo del stride no nos impidió disfrutar de cada tema hasta el final, la puta mano izquierda del pianista ya no me importaba y, al momento final, al aplaudir vigorosamente al trío, juré que nunca más volvería a ……declinar una propuesta como la de esta noche, sobre todo al culminarla con un buen pelotazo que nos recordó que aún podemos.
Mis felicitaciones al gran Agux por la elección de este mi primer concierto jazzero.
Hasta poco.
2 comentarios:
Asi se empieza, te veo el 1 de enero en el concierto de año nuevo. Manda guevos.
Excelente y sensacional. Sobre todo por haber comprobado que todas las veces que he visto en persona a Lady Agux vestía el mismo jersey.
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