martes, 14 de febrero de 2012

Mis cardinales (14)

Yo no soy supersticioso, por si me trae buena suerte. Por eso me encanta esta canción, y porque Josele, ex Enemigos, se la dedica al gran Vega, después de muerto. Porque es triste verse así, rodeado de paredes, pero más tristes son ustedes.

En esta canción Josele parece querer huir de la compasión. Parece querer decir algo así como que si fuera médico, prohibiría ir al médico. Y que si fuera confesor, prohibiría ir al confesionario. Parece querer escribir a la libertad. Y a la supervivencia.

Pero como solo es cantante, le canta al Vega. Por no callar. Y porque ‘nadie calla nunca nada a nadie’. Temón. SiempreVega.

‘Lobo’. Lecciones de vértigo. Josele Santiago. 2011




PD.: Feliz día de San Ballantines

domingo, 5 de febrero de 2012

Días inéditos

Tenía pendiente sacar a la luz unas fotos de las navidades 2011. Para que no se diga sin pruebas que estamos tan acabados como estamos.

Si te fijas bien, podrás ver a una panda de entrañables míticos mezclados con industriales sin industria, con hoteleros de hostales de mala muerte, con drogueros al aire libre, con fotógrafos de pasarela, con esteticistas desarreglados, con aficionados a las carreras de caballos, con corredores de apuestas, con periodistas de páginas ués, con viajantes de ropa y confección, con retratistas de palacio, con oficiales en la reserva, y con oportunistas sin trabajo.

La noche es que da para mucho. Incluso nos cruzamos con algunos tipos vulgares, con mujeriegos en vías de extinción, con irresistibles insolentes, con idealistas desalmados, con los más amables sarcásticos, con algunos poetas ambulantes, y con seductores sin argumentos.

Y había muchos más universos reales, pero ya no lo recuerdo.








viernes, 3 de febrero de 2012

Articuentos

El otro día, por navidad, me regalaron el libro de los articuentos de Millás. Ese género literario inventado por él mismo. Y hace días escuché al autor decir que, para escribirlos, su fuente de inspiración son las conversaciones ajenas cotidianas.

Y yo estaba en total desacuerdo con Juan José, a pesar de que confieso que me encanta leerlos y leerle. Porque yo creía que un buen diálogo escrito debe parecerse a la realidad, pero sólo para ser creíble, para que parezca normal. Pero al mismo tiempo no debe parecerse nada a lo cotidiano, para que sea leíble.

Bueno, que me lío. Lo que yo quería decir es que el jueves por la noche salimos a cenar, para celebrar mi cumple. Y tuvimos unas conversaciones muy cotidianas. Pero a mí no me sonaban nada aburridas. Al revés. Me parecían sacadas del mejor libro jamás escrito.

Entonces entendí lo que quiso decir Millás. Quizá fuera una metáfora, como si escuchar a la gente fuera como leer con los oídos. Por eso nos fuimos al Penta ‘a escuchar’, y de allí salimos con algo parecido a una sonrisa.


miércoles, 1 de febrero de 2012

Miss 42

Hoy, como cada uno de febrero, no tengo más remedio que volver a nacer; o mejor dicho, volver a renacer; o cumplir con la vida, según se mire. Y con el blog. Que no es lo mismo, aunque a veces se parezcan más que un huevo a una castaña.

Y este año, ya que no recuerdo casi nada de mis aniversarios pasados, voy a celebrar mis 42 cardenales descubriendo algunos de mis mejores secretos a voces; esos que se parecen tanto a la trastienda de la realidad.

Seguramente lo haga como una especie de diversión ociosa. O como una obligación autoimpuesta. Porque al primero que he tenido que convencer para escribirlos ha sido a mí mismo.

O quizá lo haga simplemente por el deseo de dejar por escrito que tengo claro el sitio del que vengo. Y que me importa un bledo el sitio al que iré a parar, salvo que sea para volver a besarle los pies a la novia del mar.... porque yo no soy de esos que encuentran su lugar en cualquier lugar.

Así que antes de que me llamen a participar como imputado en el juicio final, confesaré que me declaro inocente de acusar sin pruebas, y que me considero culpable de reírme de los problemas con solución.

Y que no tengo la menor intención de asistir a mi propio entierro, pero tampoco me planteo ni en broma volver a nacer, ni siquiera aunque fuera a revivir fraternales amistades como la tuya.

Si me tuviera que definir con una almibarada, te diría que, de todas las profesiones, la que más me gusta es la de ecléctico, pero con un cierto tono literario. Por eso convivo a diario con mis lúcidas manías y mis malas sombras.

La prueba de ello es que prefiero acostarme tarde a levantarme pronto. Que prefiero el queso de entrante, y que jamás lo tomo de postre.

Que prefiero tirar de la manta y comprobar que aun se me levanta. Que prefiero parecer tonto, a abrir la boca y demostrarlo. Y que prefiero un montón de chicas a una chica del montón.

Que prefiero no obedecer a mandar. Que prefiero los recuerdos a los olvidos, aunque a veces no me acuerde de las cosas que me ayudan a olvidar.

Que prefiero lo demostrable a lo posible. Que prefiero leer una historia de pasión, a que me la cuenten. Y que prefiero las mentiras piadosas a las verdades como puños.

Y que me dan miedo los perros, sobre todo si sus amos dicen que no muerden. Y que me gusta oír llover, salvo cuando del cielo llueven estupideces hechas a la medida del hombre. Por eso me gustan tanto las metonimias inventadas contra la gris costumbre.

Y, de entre mis disgustos, destacaría que no me gusta fumar, aunque me gustaría que me gustara, solo por el placer de decir que lo hago 'porque me da la gana'. Y por degustar el cigarrillo de después.

No pretendo casi nunca comerme el mundo, ni busco una fórmula matemática para entenderlo. Y ni me gustan las príncesas reales, ni distingo el color de la sangre que dicen corre por sus venas.  

No me gusta presidir ninguna mesa, salvo que sea para negociar trivialidad, pero me gustaría atreverme algún día a saltar desde algún tren, aunque no se hubiera puesto en marcha.

Me gustan las historias con cabos sueltos, las novelas con estilo y sin argumento, y las tragedias de usar y tirar. Y aprendo el uso de las palabras a diario, con la ayuda del eco que me dejan las preguntas sin respuesta y los misterios por resolver.

Me decanto por los libros escritos hace más de cien años, esos que pintan la vida con colores diferentes, pero nunca leo a los clásicos de ida, porque siempre entiendo mejor las cosas cuando ya estoy de vuelta.

Aunque a veces te lo parezca, no valgo más por lo que callo, pero es cierto que solo suelo hablar de más cuando estoy como ausente. Por eso me gusta ironizar con ayuda de la ironía, como método de expresión que me defiende de la estúpida sinceridad.

Nueve de cada diez veces al día aspiro a ser digno de lo que me toca sufrir. Aunque casi nunca lo consigo.

También aspiro a pasear por el mundo disfrutando de lo que lleva existiendo casi toda la vida, y reniego con toda mi fe, esa que no mueve montañas, de los imaginarios paraísos prometidos sin carné de identidad.

No estoy hecho para tragarme el infinito, por eso nunca intento desvelar los interrogantes del destino, aunque me favorezcan.

Me conformo con intentar explicar lo razonable con humor, aunque no tenga motivo alguno para reír. Quizá por ello no suela responder a San Pedro, aunque me llame más de tres veces seguidas.

Y aunque solo pase del ecuador de mis días, no experimento la sensación de una vida que empieza; más bien me veo a diario ejerciendo de diferentes yoes de otras épocas; de perdedor de apuestas, de 'nueve' de España, de 'vega' de tantas canciones, de viajante de ropa interior, de vulgar seductor, de levantador de piedras filosofales, o de avivador de las cenizas de mis peores vicios.

Por lo general uno más mis pensamientos al de aquellos que lucen coronas de espinas, a los que les toca malvivir en la cara más oculta de la luna, y a los que se caen sin la oportunidad de volverse a caer. Y siempre guardo un abrazo placebo para los familiares y amigos que se fueron primero.

Me despido con algunos de mis mejores conformismos. Esos que solo me exigen disfrutar de las amistades que envejecen conmigo, de los remedios caseros para llegar a la meta, de los dobles sentidos con sentido, de las verdaderas falsificaciones que no me atañen, y del infinito tiempo perdido en esas pequeñas cosas que tanto se parecen a la felicidad.

Y para que todo esto te suene a algo conocido, te diré que en mi tocadiscos de siempre da vueltas insistentemente la misma canción favorita de ayer, y que mi ca, ca, ca, cabeza sigue dando vueltas persiguiéndote.

Salud.

PD.: Si te ha gustado esta autofelicitación, seguramente será solo por aquello que decía Unamuno, que las simpatías y las antipatías son siempre recíprocas.