Ayer bajé
como cada día a revisar el buzón de mi casa. Había una carta fechada para el 30
de junio de 2012, pero el destinatario no era yo, sino alguien con el que comparto
mi vida casi desde el principio.
Alguien que nunca se asusta, porque sabe que
su vida comienza no solo cada 30 de junio, sino cada día. Alguien empeñado en
ponernos una sonrisa en la boca, no solo cada 30 de junio, sino cada día.
Alguien que es muy difícil saber dónde empieza y dónde acaba, de lo grande que es,
y no solo cada 30 de junio, sino cada día.
La carta se
abría con una clásica felicitación de cumpleaños, al estilo de la de los
payasos de la tele, y se cerraba con el no menos mítico, ‘zorreras, que cumplas
muchos más’.