sábado, 6 de septiembre de 2014

Me voy

Me voy. Pues ponte un corcho, macho. Me voy del Banco, tía. ¿De qué banco? Del único que se escribe con mayúsculas, idiota. ¿Y eso? Eso se llama irse, pero sin tener realmente todas las ganas de irse. Es como lo de la Lola Flores, el ‘si me queréis, irse’. Ya veo. ¿Pero si pudieras volver hacia atrás? Repetiría, no lo de la Flores, que me la fuma, sino lo de Osma, lo del verano azul en los inviernos el Caserón, lo del hotel, pero sin el hotel.

Repetiría los sudores de la Sala Europa antes de que llegaran los peregrinos de Europa, cuando discutíamos apasionadamente de cosas sobre las que no teníamos mucha idea, con pizarras invisibles y con maestros que no hablaban de los ríos de Europa, ni de los triángulos isósceles, ni de los acentos y las tildes, sino de la otra inspección, esa que nos ha llevado por delante.

Y repetiría lo del seguimiento, antes y después de las inspecciones. Y lo del Tutor, ¡qué grande!, y lo de sus males imaginarios, ¡que grandes! Y lo del Niño Maravillas, ¡qué maravilla!

Y lo de los buenos retos mezclado con los buenos ratos. Lo de las rotaciones y las traslaciones. Y lo del coste amortizado. Y, sobre todo, lo del alfabeto especial con el que se escribe el sentido del humor.

Pero sólo repetiría si fuera al lado de lo que queda de la 9/97. ¿Y qué queda? Pues queda mucho, en realidad queda lo único, el intangible. ¿El intangible de la IAS 38? Qué fuerte, tía, y a Dani sigue sin pagarle la ESCA. Le va a caer la del oso a Vivi como no reaccione.

Me tomaré un café para entender mi marcha, porque si no me tomo mi café sin leche y mi ansiolítico con sacarina por las mañanas, y por las tardes, no soy ni casado ni persona. Qué fuerte, tía. ¿Y cómo es ese intangible? Pues es raro, diferente, contradictorio más bien, por no decir agridulce, que es una mariconada de término, como los maricones que dicen tener dos cohones. Es más bien como un intangible tangible, de vida indefinida. Y no siempre tiene la misma forma, eso cuando la tiene. Y depende del momento, y del lugar, y de si te pilla subiendo o te pilla recién subido.

Depende del estado de ánimo del mundo, de tu mundo, y de la cirrosis y la sobredosis, de si acabas de releer Amarillo, de Romeo, o si te hubieras quedado prendado otra vez del Crimen y del Castigo, del ruso más ruso. No sé si te estoy liando, no es mi intención.

El caso es que me encuentro de repente en otro mundo, como si acabara de llegar de otro mundo del que no sabes por qué te vas, Jeanette. Como si ya estuviera en El Congo, donde nunca he estado, pero que se me aparece como si fuera una región de la mente. Es como si hoy fuera una tarde de domingo de las que hacen un paréntesis en tu otra vida.

Y es que, a veces, abandonar cuesta mucho más que acometer. Aunque uno parezca del presente y otro del pasado. Y no es que tenga mala conciencia, ni buena tampoco, pero sí noto un peso distinto a lo largo de la pernera del pantalón. Y, como no sé rezar, tampoco puedo coger un libro de rezos vuelto del revés para consolarme.

En fin, esto suena a fin, o se parece bastante, pero estoy convencido de que, entre las cuatro paredes de nuestro pequeño mundo, algunos incomparables excompañeros de la 9/97 que lean este post percibirán mucho de lo que digo, y seguramente sentirán con cierta injusticia que ya no estemos totalmente juntos.


Nos queda el intangible, compañeros. Mucha suerte a todos. Va por ustedes.