Dramas y caballeros, hace meses que no corto mis pensamientos. Ni siquiera los que crecen en el jardín de rosas de aquella mítica canción.
Hace meses que no me sale la inspiración. Ni siquiera con la espiración de la chica de ayer; es como si se hubieran secado las calles mojadas, o como si los cabellos dorados ahora se parecieran al sol y sombra.
Hace meses que los moros me parecen todos unos simples cristianos. Como los que adoran al futuro balón de plata del año 13.
Hace varias amnesias que no me salen las dudas. Ni si quiera concentrando el oro de mi tiempo en mis vulgares certezas.
Hace meses que no me sale la prosa de tus versos. Ni del jondo del corazón, ni del melón partío.
Hace meses que ya no sale humo de las letras que leo. Será por culpa de las ciencias, o por la flor de las neuronas, o como dice Fito, por culpa de la luna.
Por eso quería escribir mi último post del año como si fuera un swot para la troika, sin fortalezas de vaqueros del oeste, con debilidades escondidas entre sombras, sin oportunidades de oro del corte inglés, y con amenazas de incendios de nieve e inmortalidad.
Porque el que acaba ha sido un año diferente; seguramente tú pienses lo mismo, pero por motivos distintos a los míos. Sólo espero que en tu caso no sea porque te has sumado voluntariamente a la estadística de seres humanos que han medicalizado el sufrimiento cotidiano, ya sabes, por la epidemia con la que se propaga el diagnóstico de la depresión. ¡Qué fuerte, hasta que no me tomo un café y una pastilla por la mañana no soy persona, qué fuerte! Y que lo digas, mujer.
Volviendo a mi post; en mi caso no ha sido un año diferente gracias a la estadística, y eso que me gusta, sobre todo cuando me favorece; tampoco porque el 2013 haya sido justo el siguiente a otro año bisiesto, que me la fuma, ni porque tú hayas conseguido sumar, como yo, otro año más a tu autobiografía, que no me la fuma.
Tampoco encuentro la diferencia respecto a años pasados por el simple hecho de que alguien haya cambiado arbitrariamente de sentido la calle de mi niñez y que, debido a ello, ahora no sepa si subo a Potes o si bajo a Santander.
Y tampoco me parece diferente porque haya conocido a personas que dicen en las redes sociales que aman a la gente en general, pero en cambio nunca le dicen a los ojos 'te quiero' a ninguna persona en particular.
Ni porque yo haya perdido, sin saberlo, varios amigos de mi imaginaria cuenta de Facebook. Me gusta. Comentar.
Ni siquiera porque ya tenga claro, por fin, que los artistas muertos venden más que los vivos. Y no hablo ni de vinilos ni de compás, hablo del arco iris que se ve al abrir la puerta de atrás. Todavía no es demasiado tarde, Lapido.
Creo que la razón es que este año he descubierto que hay algo más poderoso que la lógica, más divertido incluso que la interpretación diaria de la realidad, más satisfactorio que un ronmiel mezclado con la hora menos de las Islas Canarias, y más orientado al norte que un árbol con millones de ramas que apuntan sinsentido a todas las direcciones.
Pero ahora no recuerdo lo que es, y sólo sé que gracias a este potente y simbólico cambio este año no tengo grandes penas que echar de menos, salvo la de la comida más importante del día y, como diría Fesser, ésta es una noticia francamente. Muy grande Guillermo. Vuelve. Pero no vayas a 'qué tiempo tan feliz', por amor de 2.
Quizá mi olvido sea cosa de mi tendencia natural a evitar cualquier juicio extremo o a cualquier intromisión en lo ajeno, una maravillosa costumbre con la que siempre me congratulo, porque actúa siempre en defensa propia y, sobre todo, porque me evita tener que interesarme por los problemas de la gente sin problemas.
Espera, ya recuerdo lo que era....... era por la cirrosis, o por la sobredosis, o porque mi ca, ca, ca, cabeza da vueltas persiguiéndote......o porque ya es demasiado tarde para comprender....vaya, el Vega de nuevo. Tendremos cien años y no aprenderemos. El año que viene pondré más atención. El ciento uno.
Felisa me muero y próspero 2014, y que pases un buen Feliciano+Nadal.
SiempreVega. Eso no cambia.
sábado, 21 de diciembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
Mis cardinales (28)
Luz
sigue caminando sin brújula, como en este nuevo ¿por qué no vuelves amor?, y
por eso nos sigue guiando hacia el norte de lo invisible.
Uno no es de ninguna
parte hasta que escucha una canción que le recuerda a algún lugar. Yo tengo
muchos lugares que recordar gracias a Luz, a su voz. Y debe ser ése uno de los
vínculos más sólidos que puedes tener, como un feliz remordimiento de
conciencia.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Concierto Quique González
El
otro día fui a un concierto de Quique González en San Cristóbal de La Laguna.
Absténganse La Laguna y Santander.
Fue
puro azar encontrarme el día anterior con él en la cola del vuelo de Ryanair de
Madrid dirección Los Rodeos. También fue puro azar asistir al concierto.
Por
eso todo me parecía una mezcla de pan y clonazepán, una especie de crimen
perfecto, una moneda con dos caras, o las dos caras de la misma moneda,
como una mezcla de Vega sin Antonio, o de Quique con Enrique.
El
concierto tuvo formato acústico, con dos guitarras, una armónica y una voz, por
aquello del exceso de equipaje y la teletienda de Ryanair, supongo. El
repertorio fluía del escenario al patio de butacas y al revés, sin más norma
que la que procede de la física y la química.
Yo
pasé un rato inolvidable desde la primera fila del Teatro Leal, que se numeraba
en mi entrada como ‘fila 2’, no sé si para añadirle encanto o para quitarle
superstición al teatro.
Y
es que, a veces, las canciones de Quique te dejan entrar en otras canciones, o te
permiten encontrar fácilmente lo que no buscabas. A mí me suelen conducir al
encuentro con la libertad, como si estuviera abrazado a Juana la loca, o como
si me reencontrara con la soledad de Felipe el hermoso.
SiempreQuique
SiempreVega
sábado, 19 de octubre de 2013
Mis cardinales (27)
A
veces se me olvida que esta canción fue de las primeras que me gustó de Quique.
Afortunadamente hoy me la he encontrado navegando por internet y, al escucharla
de nuevo, se ha hecho un silencio lleno de sonidos conocidos. Ha sido un
silencio personal, nada parecido al silencio de la soledad.
La
canción suena a Sabina por los cuatro costados, porque su argumento es un
pretexto, porque se enreda en los minúsculos problemas de la vida cotidiana, y
porque recorre los oscuros territorios de la imaginación.
Te
animo a que te tapes los oídos para escucharla, para que la puedas disfrutar perdiendo el sentido de la realidad.
SiempreVega
sábado, 12 de octubre de 2013
Villota
A mí las historias de héroes triunfadores me importan casi lo mismo que un bledo. Será porque no me veo reflejado en ellas. O será simplemente que no me las creo, o porque todas me parecen iguales, insípidas, como repeticiones de aburridos días de verano.
A mí lo que de verdad me atrae son las Villotas de la vida, porque sus historias me parecen bonitas promesas de eternidad, porque en sus vidas se disfrazan de ángeles de carne y hueso que luchan contra demonios, y porque el latido de sus corazones muestra lo bueno y lo malo de la vida, pero siempre detrás de una sonrisa.
DEP María de Villota, una bonita manera de vivir.
A mí lo que de verdad me atrae son las Villotas de la vida, porque sus historias me parecen bonitas promesas de eternidad, porque en sus vidas se disfrazan de ángeles de carne y hueso que luchan contra demonios, y porque el latido de sus corazones muestra lo bueno y lo malo de la vida, pero siempre detrás de una sonrisa.
DEP María de Villota, una bonita manera de vivir.
martes, 8 de octubre de 2013
Ri más Ro suman 4 y 3
Uno
y uno son tres. Y me llevo una. A Frankfurt. Por el camino más corto. Sin
pasado reciente. Con futuro histórico
Y
desde mi olvidado blog veo el naufragio de la playa a lo lejos, como en un swot alemán. Pero desde mi hotel veo los tejados del mar en calma, como si se
hubiera producido un eclipse de paz.
Y
al fondo suena ese temazo que siempre me dice.... ahora es demasiado tarde....
déjame 20 duros. Como ayer. Como mañana. Como siempre. Y por eso me apetece
atizarme un cubata de DYC. De garrafón, aunque sea del minibar.
Y ahora me pregunto si ya te crees que han pasado 4 y 3 años. O más bien crees que
estás fuera del tiempo, como Lapido, en un lugar entre la realidad y el sueño.
Como con un disfraz de sombra. No me contestes. Hágase el caos y no la guerra.
Ahora,
camino de Frankfurt, camino de espinas y de rosas, puede que cambies de oficio,
puede que alguien te felicite tu próximo cumple en inglés, como el paleto
Guerrero, o puede que te suene a diario el rap del enriquismo.
O
puede que allí tampoco suene. Como aquí. Como en el cementerio de la Almudena.
Parece menterio, ¿verdad? Enrique se fue en el 99. Avisando, pero se fue. La
vida siempre es asín.
Venga, Vega, que me pierdo por las ramas, al tema: Que te deseo que hoy pases un gran día, y
una mala noche, que acabes la mili, que sientes la cabeza, que levantes el
codo, que planches la oreja, que tuerzas el gesto, que dobles la rodilla y que
comas perdices.
Y
que afine tu orquesta del titánic, que digas que sí cuando te digan que no, que mientas
cuando digas la verdad, y que pasees al atardecer del brazo de un apuesto tipo
sin brazos.
Muchas
felicidades, Ri, y que cumplas muchos más, por lo menos otros tantos como yo.
SiempreVega.
VegaForever.
sábado, 28 de septiembre de 2013
Mis cardinales (26)
Ella vive en
todo el mundo. Él ve el mundo por la tele. Es el dormilón, de Iván Ferreiro. Y
sueña con soñar lo que ella sueña.
Y así no
acaba la historia. La historia sigue, o debería seguir, más o menos así:
Ella vive en
el cielo. Él repugna el cielo desde el infierno.
Ella besa con
besos de hombre. Él se muere por sus besos.
Ella envejece. Él ve cómo le dejan las cosas.
Ella pasa la
tarde leyendo. Él lee sin leer.
Ella cree que
la cara es el espejo del alma. Él cree que el culo está en el alma.
Ella hace un
viaje para olvidar una pena. Él cambia de piso para cambiar de vida.
Ella va a
fiestas donde no se festeja nada. Él celebra la costumbre.
A ella le
gustan las novelas sin narrador, como a Flaubert. A él le gustan las novelas
subjetivas, como a Proust.
Ella tiene
buena memoria, y se acuerda también de lo malo. Él tiene mala memoria, y se
acuerda sólo de lo bueno.
Ella cree que
vivir es ver volver. A él le gustan los 3 infinitivos juntos.
viernes, 20 de septiembre de 2013
Luz Casal, al filo de un cuchillo
Asombra ver tan entera a Luz Casal en esta hora en la que Kafka decía
que estábamos acechados por el riesgo de despertar.
Cuando se sienta, parece que lucha aún contra ese instante que uno
intuye, además, abrumado por la memoria de la salud, que en los últimos años ha
sido asunto importante de su cuerpo y de su mente. Llega, sus ojos grandes como
asombrados, casi aérea, parece que atraviesa la casa para seguir volando como
les pasa a las mujeres en las novelas de Gabriel García Márquez.
Pero no, Luz Casal es ella misma desde que pide un té y habla. Lo hace
con su acento peculiar, en el que entran los dejes del idioma y los dejes de la
boca. Su semblante acaba siendo concentrado y estricto, como si estuviera
pilotando un transatlántico en el que va sola con Paco Pérez Bryan, su
compañero. En el timón, no cabe duda de que esta mujer superó tormentas. Pero,
como dice, “yo estoy cómoda en el filo de un cuchillo”.
Todo le sirve con tal de seguir con su metáfora. La infancia, el
dolor, y también los sonidos de la vida, lo que hay alrededor, lo que viene. Su
música siempre fue un diluvio; ahora esa lluvia le viene de adentro. A Pablo Neruda
le llegaban los poemas por el mar, eran restos de naufragios, maderas
carcomidas por el tiempo; a Luz Casal le vienen del interior: ella está ahí, en
el timón, recibiendo poesía, adaptándola a una de las voces más peculiares de
Europa. Una asturiana enrazada con Galicia o viceversa.
Al final, cuando te vas de la casa, suenan canciones de su último
disco (saldrá en noviembre; en España, con la discográfica Parlophone, se
llamaráAlmas gemelas, y en el resto del mundo, Alma). Con lo
que ha venido diciendo su música se puede hacer la autobiografía. Ella está de
acuerdo. Todas las canciones, también las que son letras ajenas, “responden a
un impulso”, entran en su propia vida, no son un postizo en los discos. Nunca.
“Todas están elegidas por una emoción”. Y todas se acoplan en su voz como si
ella misma las hubiera necesitado “para respirar”. A veces es una casualidad.
“La canción No me importa
nada me vino de otro, estaba a punto de terminar la
grabación del disco. Y mira cómo se ha integrado en mi vida”.
A medida que han pasado los años, la rockera se hizo más íntima, más
esencial, y ahora, en este nuevo trabajo, por ejemplo, asoma “todo lo que me
está pasando”. “Siempre estoy como entre dos mundos, el real y el onírico, el
profesional y el privado, todo unido”. Ahora ya le preguntan poco por su salud,
porque ese trago ya se pasó, pero ahí está Vida tóxica como
testimonio de lo que sucedía en la parte de acá de la pesadilla, cuando la
inspiración viene de un dolor concreto. En este nuevo disco hay diecisiete
canciones; canta en italiano, en portugués, en francés, en español. La chica de
Boimorto es ahora Luz de todas partes. En Francia, por ejemplo, la condecoran
como si fuera suya y la van a oír como si acudieran a escuchar a Vinícius de
Moraes disfrazado de Rimbaud.
Tantos idiomas… “Bueno, como me expreso con cierta dificultad, cuando
hablo lo hago mal en todas las lenguas; lo tengo muy claro en mi cabeza, pero
creo que cuento mejor las cosas cantando que hablando”. Y añade:
–Analizándome fríamente, yo sé que podría ser mucho más impactante si
ordenara mis pensamientos.
Te mira con tanta intensidad, sus ojos están tan presentes en la
conversación, que parecería que Luz Casal habla así porque habla con los ojos.
Quiero saber si es un inconveniente.
–Yo lo considero así porque hay veces que me cuesta hacerme entender,
me cuesta tiempo.
–Pero eso ha pasado a formar parte de su ritmo. Luz Casal es así y no
echamos de menos a otra.
– Sí, pero uno conoce sus dificultades. Me encantaría tener más
fluidez, concretar más, ser más precisa. Por eso empiezo a divagar. Lo que no
me gusta, sí lo digo de manera contundente. Puede ser el carácter gallego. Pero
no lo tengo claro.
Puede ser el carácter de Luz Casal, que naturalmente divaga, es una
barca moviéndose con ella, quizá. En el escenario es así, solitaria, cantando
también hacia adentro. Íntima. “Pero sin público no sería yo, podría parecer
que hablo sola. Necesito al público… Nunca dejaré la música, nunca, hasta el
último suspiro; pero siempre necesitaré al público”.
Hay una canción en este disco que te pone los pelos de punta. Se llamaElla
y yo, y Luz la cuenta. “Empieza siendo como la relación que yo entablo con
la enfermedad, como si la enfermedad fuera alguien. Luego desemboca en una
historia que va más allá, que puede ser perfectamente la de una amistad entre
dos personas, y aún va más lejos: que puede ser una historia de amor”. La
ambigüedad que la marca es quizá reflejo de la cantidad de poesía que hay en
ella cuando se pone a escribir de lo que pasa. “Escucho una canción, una voz, y
caigo rendida. Sé pillar el momento”. Ese instante la encuentra trabajando,
seguramente. Luego cantar es su naturaleza; la espontaneidad es su marca, viene
de la niñez.
“Y de la niñez viene también cierto carácter defensivo. Todos estamos
marcados de manera increíble por la infancia. Esa crianza me hace explicarme
mucho, y cuando canto canciones de otros me veo dando muchas explicaciones,
cuando lo que tengo que decir es que si no me siento impactada soy la peor
cantante del mundo. Así que canto lo que me emociona. Y punto”. Y como eso es
así, cuando entra en el escenario, con lo ajeno o con lo suyo, “es como si
entrara en mi casa”.
Sigue teniendo miedo, o responsabilidad; la vida pesa, la rockera ya
no es aquella niña. “Pero tengo ilusión y veo que todavía me falta muchísimo
camino. Cuanto más escarbo, más me doy cuenta de todo lo que me estoy perdiendo
o me he perdido y quiero bucear en ello, quiero estar en el presente de lo que
hay en la música. Quiero conocer el pasado inmediato, ir a las fuentes… Lo que
sucede nunca está aislado”. Aquí hay rock, otra vez; canta a Carlos Lencero,
“que era un grandísimo amigo que compuso para el mundo flamenco. De todo lo que
hay en el nuevo disco es lo que tiene más contundencia rockera en cuanto a
sonidos y a composición”.
Es una devoción que no ha disminuido. El rock. Siempre ha ido con ella
al escenario. Y ella misma se sigue moviendo por ese fetiche del ritmo que hizo
viajar a su generación, hacia dentro y hacia fuera. Durante un tiempo fue la
fan Luz y luego fue la rockera Luz Casal; su poética viene de ahí. Ahora es una
profesional, “porque no serlo sería para tirarme a los leones. No entiendo mi
trabajo no siendo profesional. Es una cuestión casi de educación”.
Convertir tu rabia en pan. Ese verso del nuevo disco es su pintura de este tiempo. Y este otro
verso (que se arregla con un vaso de perdón) la lleva a los antiguos
garitos, tan presentes en la historia de su música. “¡Siempre hay referencias a
tomar copas en mis canciones, ja, ja, ja…! Y siempre un vaso conduce al perdón.
La escribí pensando en la multitud de viajes que he hecho, ¡y cada dos por tres
tomándome una copa, ja, ja, ja!”.
Siempre la autobiografía. ¿Y cuál sería la canción que la retrata
mejor, Luz? “En términos de popularidad, Piensa en mí, y a
nivel más personal,Entre recuerdos.
Mi unión con mi padre, la pérdida de la inocencia, el recuerdo de la familia…
Tengo mucho apego a mi familia y la veo poquísimo. A mi madre intento verla y
hablo con ella todas las noches desde hace no sé cuántos años. Soy poco de
mirar atrás, pero es porque tengo mi pasado guardado bajo cuarenta llaves. Pero
me nutre y me sigue valiendo ese apego a los olores, a los sabores, a los
paisajes”.
–Mi madre, Matilde, tiene 80 años. Ella cree que tiene veinte menos.
Mi padre, José, murió en 1995. Ahora tengo la sensación de ser la guía de mi
madre, pero es que me parece que siempre fue así. Ellos me dieron ejemplo de
esfuerzo, me enseñaron el sentido imperioso de la palabra: lo que se dice, se
cumple.
–Viaja mucho, Luz, ¿cómo ve ahora este país desde fuera?
–Un poquito más oscuro, por hablar con tonalidades pictóricas. Ante
cualquier crisis, explico lo que pasa desde el yo. Cuando tengo conflictos,
procuro apañarme, no quejarme. Es lo que creo que habría que hacer en España:
poner nuestro esfuerzo en arreglar las cosas y no perder el tiempo. Desde que
me puse enferma por primera vez, siento la necesidad de que no debo perder el
tiempo, de que debo hacer un análisis de una situación de una forma favorable
para no perderme la puesta de sol. Estar atenta a las cosas que la vida me
pueda ofrecer; esos detalles te van a mejorar si eres sensible y no los
desdeñas.
Una canción dice: Deberías saber el porqué de tus muchos
fracasos. Ella prolonga la canción, golpeando con sus uñas la mesa de
madera, el té frío, los ojos grandes diciendo: “Tú eres el responsable de tus
fracasos, no me vayas a contar tus milongas como si yo tuviera algo que ver.
No. Tú deberías saber por qué”.
Afirma que está en el mejor momento de su vida. “Cansada físicamente,
sí, pero sabiendo que tengo recursos, por eso te digo que estoy cómoda en
cualquier sitio. He sabido acomodarme, me siento de puta madre, sin miedos”.
Ella se asienta, explica, en la palabra equilibrio, ese es su sostén. La
rockera en su sitio, mirando como si quisiera hacer viajar a sus ojos. Cuando
estuvo muy enferma, un admirador anónimo le envió naranjas cada día de su
convalecencia. Ahora, cuando se ríe (¡y cómo se ríe Luz Casal!), parece que de
aquello pasó un siglo. Pero nunca se olvidó de las naranjas.
sábado, 31 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Ensayo sobre las vacaciones
Ensayo
sobre la ceguera no es exactamente un ensayo. Yo diría que se parece más a una
novela sobre la oscuridad por la que nos guiamos las personas que no somos
ciegas.
La
ceguera que narra Saramago no es común; es blanca y luminosa. Y contagiosa. Y es curioso
pero, mientras la lees, parece que los ojos fueran una especie de espejos vueltos
hacia dentro con los que mostramos lo que negamos con la boca.
A
mí me ha servido como colofón de mis vacaciones de verano, como la
desembocadura del verano, en las que, dicho sea de paso, me he pillado unos
buenos ciegos, pero vocacionales y saludables. Debe ser por el aire del mar,
que vivifica.
Saramago
ya está muerto, que es como estar ciego dos veces, pero afortunadamente nos ha
dejado novelas como ésta, en la que basta cerrar fuerte los ojos para ver con
claridad la realidad.
No
te recomiendo que la leas, pero hay que estar muy ciego para no hacerlo.
viernes, 23 de agosto de 2013
Qué bonito
Qué bonito el mar, con sus
pateras
Qué
bonitas las viudas, a las que no se les ha muerto el marido
Qué
bonita la hoja en blanco, si al fondo suena 'lucha de gigantes'
Qué
bonito el veraneo, con sus descoloridos platos combinados
Qué
bonito el cielo, cuando se te cae encima
Qué
bonitas las inspiraciones, con sus espiraciones
Qué
bonitos los recuerdos, sobre las cosas futuras
Qué
bonitas las novelas, si se les quita el argumento
Qué
bonitos los problemas de la gente sin problemas
Qué
bonitos los impacientes, cuando se les echa el tiempo encima
Qué
bonitos los contertulios de verano, si son el eco de tu alma
Qué
bonito distinguir el que uno es del que uno piensa que es, del que uno quiere
ser y, sobre todo, del que los demás piensan que es uno.
sábado, 13 de julio de 2013
Los 44 de Borin y un enganche
Vas a muerte con la vida. Vives
en el mismo sitio de mi recreo. Tus amigos son la sombra que más calor te da.
Haces cumbre con los pies en el suelo. Mezclas la física y la química con el
güisqui con cocacola.
Tienes el corazón encima de los
hombros. Nadie se arrepiente de haberte conocido. Nunca te vas cuando se te
espera. No te gusta hacer trampas para ganar.
Por eso, cada vez que tu vida se
cruza con la mía, como si se hubieran parado los relojes en la oscuridad, como
si se hubieran blindado las puertas abiertas, te deseo muchas felicidades,
y que cumplas muchos más, zorreras, al menos otros tantos como yo.
SiempreVega
domingo, 30 de junio de 2013
Fórmula 44
Sigue
siendo todo un caballero en edad de merecer, porque en su cabeza lucen más las
ganas que las canas. Sigue siendo un cuarentón con alma, que le permite tener
un especial sentido del sentir.
Por
eso yo siempre le recuerdo vestido de paisano, o investido de traje. O decidido
a decidir, sin mucho éxito. O decidido a vivir, con mucho éxito.
O
hablando con la gente, sin que le entiendan. O cautivando a desconocidos, que
no le necesitan entender.
O
haciendo de militar, obedeciendo a su instinto. O haciendo de niño, con olor a felicidad.
Aunque
muchas de las mejores veces le recuerdo bebiendo por afición, conmigo al lado, para
pasar cada fin del mundo inadvertidos en noches de copas.
Y
hoy, que ya casi sumamos un siglo entre los dos, celebro este especial cumple en
el que 'la alegría y la tristeza viajan en el mismo tren', con doble ración de
abrazos sin brazos.
Muchas
felicidades, zorreras, y que cumplas muchos más, por lo menos otros tantos como
yo.
domingo, 16 de junio de 2013
A Begoña
Los
vivos invaden los cuerpos de los otros vivos, incluso después de muertos. Viene
a ser lo que comúnmente denominamos ‘cariño’, supongo. Y ese cariño es lo que yo
siento ahora, a pesar de la muerte de Begoña, la madre de Toy y de Miki. Porque hay personas
especiales, como ella, capaces de hacerte regalos en forma de cariño después
de muertas.
A
mí me parece que entre la noche del sábado 15 de junio y la mañana del domingo
16 hayan pasado muchos años. Casi tantos como los que conozco a la entrañable
familia Martín Valdería, porque los buenos tiempos siempre dejan bonitos
desperfectos cuando se pierden.
Por
eso ahora me acuerdo de cosas tan estúpidamente maravillosas como las
salchichas con vino al microondas, o el chiringo, o la celebración de la virgen del rocío en la
iglesia de San Roque, la misma en la que
se despedirá mañana Begoña de sus gentes.
Todos
los que queremos tanto a esa familia tenemos metido en el cuerpo la pena, pero yo,
aunque no los haya visto, no dejo de ver los ojos de luto de un gran amigo.
Mucho
ánimo, y descansa en paz, querida Begoña
sábado, 15 de junio de 2013
Mis cardinales (25)
A veces uno
intenta escribir algo de color rosa, pero le sale negro, porque es mucho más
divertido. Y a cada palabra que añade, más negro se pone. Y más miedo te da
divertirte con ello.
Otras veces
te da por escribir algo de sexo sugerente, pero te sugieres a ti mismo no
meterte en líos.
Entonces
escuchas una canción nueva. Sobre los buenos y los malos. Sobre los soles de invierno.
Pero antes de darle al play de nuevo me
pongo a leer alguna novela sobre las mil vidas que hay que vivir antes de
morir.
Creo que cada
vez me explico peor.
sábado, 8 de junio de 2013
No he vuelto
Hace
tiempo que no tengo mucho tiempo para escribir, ni para no tener ganas de
escribir. También hace tiempo que no cambio de empleo, ni de pasado mañana. Por
eso sigo con mi pasaporte en regla, aunque en la foto sale un tipo que no se
parece mucho a mí. Debe ser porque uno arrastra unas saludables inercias, que
son puramente profesionales, y nada más.
Pero en mi cara sigue destacando la irónica
mueca torcida de siempre, aunque ahora cumple funciones de risa y de risa
miedosa. Porque yo tampoco creo, como decía Umbral, que la cara sea el espejo del
alma. El alma, si acaso, tiene que ser algo más íntimo, más elaborado.
Por eso
algunas tardes mando telegramas urgentes sin destinatario. Y otras mañanas me
dedico a hojear una naranja, como si fuera un libro abierto. Entonces me vienen
las ganas de exprimirme un zumo de güisqui de garrafón, y de abrumarme con
preguntas sin respuesta. Pero lo que más me apetecería ahora es buscar un
tugurio abierto a partir de la media noche.
Ahora me parece que terminar
este post es casi tan estimulante como empezarlo. Bueno, os dejo, me voy a una
fiesta donde no se festeja nada.
domingo, 12 de mayo de 2013
Cuatro años sin el Vega
La ciudad del Vega amanece
cada doce de mayo iluminada a oscuras, con los suburbios ochenteros enlutados.
Y los años siguen pasando como si tal cosa. Y como si tal cosa yo sigo
recordando y escuchando aquellos susurros en voz.
Y eso que a veces suenan a
lo lejos murmullos, voces sin ningún matiz, sin color. Voces que tratan de ser
oídas por encima de otras. Voces que intentan hacerse comprensibles.
Pero nada nos recuerda
aquella voz, una voz diferente, una voz que murió en su garganta, una voz que
poseía una atracción especial.
En un día como hoy yo vuelvo
a recordar al Vega, con su gesto comprensivo, sin sonrisa. Recuerdo al Vega que
no sabía decir te quiero, pero te quería. Recuerdo al Vega que nunca caía de
pie, aunque le salieran bien las cosas.
Y recuerdo las letras de sus
canciones, unas letras que se hacían entender sólo hasta donde quería ser
entendido, unas letras llenas de enormes intimidades, incomunicables.
Ahora nos queda velar por
sus canciones, para que Antonio no muera dos veces, para que se mantenga tan
intangible como siempre, para que sigamos creyendo en reconstruir sueños rotos,
para que su música siga brillando sin destellos ni rasgos, pero con su
vitalidad interior.
Y como gracias a su música
seguimos felizmente perdidos, con una sensación de libre abandono, yo sigo
buscando a menudo la parte del firmamento que le corresponde.
Hasta poco.
SiempreVega
domingo, 28 de abril de 2013
Rodeado de realidad
A mi diestra los más siniestros, los pordioseros sin dios, los herederos desheredados, los mediocres enamorados y los que crecieron cerca del mar.
A mi siniestra los más diestros, los extraños extrañados, los divinos de la vida y los que murieron lejos del mar.
Arriba los bajos, descubiertos los magos y concienzudos los que se ahogan en dos vasos de agua.
Abajo los altos, los impulsivos que se lo ganaron a pulso, los abatidos con versos letales y los que se sumergieron en un mar de lágrimas.
Dentro los más salidos, los enfermos con mala salud de hierro, los enanos mentales y los que se fueron allende los mares.
Fuera los semejantes, los parecidos razonables, los indolentes radicales y las mareas negras que salen a flote.
Cantando sin parar las haches mudas. Escribiendo a ratos las hojas en blanco. Desenredados los fractales. Relucientes los locos de atar. Desdibujados los animados. Expatriados los nacionales. Y, por supuesto, felices los infelices.
A mi siniestra los más diestros, los extraños extrañados, los divinos de la vida y los que murieron lejos del mar.
Arriba los bajos, descubiertos los magos y concienzudos los que se ahogan en dos vasos de agua.
Abajo los altos, los impulsivos que se lo ganaron a pulso, los abatidos con versos letales y los que se sumergieron en un mar de lágrimas.
Dentro los más salidos, los enfermos con mala salud de hierro, los enanos mentales y los que se fueron allende los mares.
Fuera los semejantes, los parecidos razonables, los indolentes radicales y las mareas negras que salen a flote.
Cantando sin parar las haches mudas. Escribiendo a ratos las hojas en blanco. Desenredados los fractales. Relucientes los locos de atar. Desdibujados los animados. Expatriados los nacionales. Y, por supuesto, felices los infelices.
martes, 23 de abril de 2013
jueves, 18 de abril de 2013
viernes, 12 de abril de 2013
martes, 5 de marzo de 2013
Mis cardinales (24)
Recuerdo
los años en los que Argentina quedó subcampeona de la guerra de Las Malvinas; aquella
era la época en la que yo pensaba que el mar cantábrico estaba ahí puesto como por
casualidad; la época en la que yo no tenía constancia de mis excesos.
Pues
bien, entonces mi canción favorita se llamaba 'desordenada habitación'. Un día me
preguntó un amigo que por qué, y yo le respondí con una letanía de cajón de
sastre. Ahora pienso que quizá lo fuera por los actores sin guión. O por la función
sin hora de empezar.
Y mientras a otros solo les inspiraba a una habitación desordenada.
Y mientras a otros solo les inspiraba a una habitación desordenada.
sábado, 2 de marzo de 2013
Mis cardinales (23)
Cuando
una canción empieza con ‘mañana cuando era tan pequeño’, o con ‘pasado mañana
tuve un sueño’, solo te quedan dos opciones razonables. O te cagas en sus muelas y te vas al
retrete a ver cómo evolucionan tus heces, o renuncias durante cuatro minutos a
tu existencia mundana para gozar la canción, aunque acto seguido sigas con el
acto sublime de la defecación. Si alguna vez lees algo de lo que se escribe en
este blog, no te costará distinguir mi actitud ante la vida y ante el retrete.
Como
nunca me ha pedido nadie una carta de recomendación, aprovecho esta ocasión para
recomendarte esta canción de Sabina, en la que manipula las frases a su antojo.
lunes, 25 de febrero de 2013
«Antonio Vega era el mejor»
Al borde de los 40 años, Quique González es un artesano de canciones que ha alcanzado un considerable grado de maestría en su oficio. 'Delantera mítica' es un trabajo que versa sobre la amistad, cuidadosamente planeado por el madrileño y su mano derecha, César Pop, y construido en Nashville (EE UU) con un productor y unos músicos de nivel. El resultado bebe tanto del sonido clásico del rock norteamericano como de los mejores compositores españoles de las últimas décadas: «Yo cogí una guitarra por culpa de Antonio [Vega], Enrique [Urquijo]y Joaquín [Sabina]», explica González, con un café en una mano y un cigarrillo en la otra.
-Nombra a Antonio Vega, cuya huella es patente en temas como 'No hagas planes'.
-Estaba haciendo la canción y me encontré un día a su hermano Carlos, y le dije: «Tengo un verso en un tema que viene de tu hermano». Siempre he sido muy muy fan de Antonio. Antonio al 20% era mejor que todos.
-Algunos artistas y grupos jóvenes españoles citan a Quique González como referencia. ¿Ve su huella en la obra de otros?
-A veces me dicen que me parezco a gente y no lo veo ni por el forro. Pero qué duda cabe que me gustaría dejar huella. No lo pienso mucho. He tenido mucha suerte con el respeto de mis compañeros de profesión. Es un premio.
-En Nashville ha grabado con músicos que han tocado en discos de algunos de sus mitos. ¿Se sintió intimidado?
-No, qué va. Son muy majos, no te chulean. Al contrario, están agradecidos de que les llames para tocar. Tienen algo además muy instintivo: todos tocan para la canción, no para lucirse.
-¿Qué importancia ha tenido César Pop en el álbum?
-Fundamental. Yo le digo de coña que me ha salvado el disco. En algunos momentos no estaba muy seguro de lo que hacía, no acababa de redondearse. Y César me ayudó, tenemos mucha química. He encontrado un buen socio.
-Leiva ha colaborado con usted.
domingo, 10 de febrero de 2013
Delantera mítica
Salen
a la luz algunas fotos que permanecían hasta el momento en el más estricto
economato. La entrada para verlas es libre, incluso en estos tiempos en los que
hasta para entrar en el manicomio hace falta recomendación.
Si
te fijas sin atención en las imágenes detectarás con esfuerzo algunas arrugas
en la ropa, no sé si casuales o hechas a propósito. También verás algún
heredero desheredado. Y algunas voces varoniles aflautadas.
A
pesar de ello seguro que a todos los retratados les tienes cariño. Porque
tener un cariño no impide tener muchos. Por eso te puedes mirar en ellas como en
un espejo invisible.
Besos
impares y abrazos sin brazos.
sábado, 9 de febrero de 2013
Mis cardinales (22)
Ya está de regreso Quique.
Este es el adelanto de su nuevo cedé, llamado ‘delantera mítica’. Reconozco que
no me ha cautivado, ni siquiera tras escucharla varias veces. Quizá Quique se
haya dejado la genialidad sumergida en el daiquiri blues.
Pero, ¿qué es la genialidad?
A veces es solo la diferencia. O una zancada distinta. Algo que pasa y no te
enteras si no estás atento. La mayoría de las veces es algo que sólo se sabe 100
años después.
lunes, 4 de febrero de 2013
Mis cardinales (21)
Puede
que sea un solomillo de buey. O un apodo de la nueva perla del fútbol
argentino. O una parte íntima del cuerpo de la mujer.
En
realidad no sé a qué se refiere Iván Ferreiro cuando habla de turnedo. Quizá se
refiera a la cosa más importante de entre las menos importantes. O quizá sea sólo
un invento de un inventor.
El
caso es que es un pedazo de canción. Y no creo que esté ahí puesta por
casualidad. Lo que sí sé es que a mí me vale tanto de paño caliente como de remedio
casero.
viernes, 1 de febrero de 2013
Míster 43
Este
año, para celebrar mi viejo cumpleaños, en vez de mandarme una autofelicitación
como la del año pasado, me he dedicado una especie de serial.
No
es que vaya a publicarlo en incómodos fascículos, pero sí agruparé mis historias, así, si te aburre alguna,
o todas, o no tienes tiempo para leer, te ahorrarás bostezos, mentiras y cintas
de vídeo.
La serie comienza hace más de cuarenta años y, al protagonista, le gustaría contarla así.
MI AUTOPRÓLOGO
Hoy
me doy cuenta de lo deprisa que pasaron mis primeros 43 años, con sus letanías,
con mis retahílas y con tus locuciones. Y quizá por eso hayan venido a
felicitarme algunos recuerdos del pasado.
Y,
para compartirlos conmigo, imitaré al narrador de 'Todas las
almas', de Marías, utilizando la primera persona del singular para
escribir lo que vi o lo que me ocurrió, aunque las más de las
veces no me identifique en absoluto con lo que yo mismo viví, porque
las historias pasadas se van confundiendo las unas con las otras, y el resultado suele ser que, cuando uno quiere recordarlas, no puede.
MI AUTOBIOGRAFÍA
En
mis primeros años de existencia tengo la sensación de que me dio tiempo a
experimentarlo casi todo; unas veces me tocó vivir la vida a todo trapo, y
otras, en cambio, me tocó verla como si fuera una vida ajena a través de ventanas sin vistas al mar.
A
veces me faltó tiempo para cambiar de residencia fiscal, y otras para cambiar
las juergas obligatorias por el trabajo involuntario. A veces tuve tiempo para vivir las noches por delante, y, en épocas de incertidumbre,
dudé entre ponerle media vela a Dios o Dios al diablo.
Y,
sin darme cuenta, algunos días me llovió a mares, y me nevó sin copos, y los
árboles me florecieron y después me secaron de raíz. Y recorrí en círculo miles
de callejones sin salida, y tuve intermitentes priapismos de disparatado
placer.
En
esta travesía fui testigo que llegó el fax, que se fue el fax, que alguien
inventó el correo electrónico, que desaparecieron las máquinas de escribir y
con ellas la magia de las novelas sobre el alma humana.
También
hace muchos años aprendí a aborrecer la leche, pero no sus derivados; los
futuros, las opciones y los swaps sobre el líquido blanco de la ubre.
Durante este camino soplé velas por mis cumpleaños pares, leí decenas de novelas impares, las
clasifiqué por orden analfabético, las desclasifiqué por el poso que dejaron
dentro de mí, atravesé cientos de resacas en tierra firme, y di cuenta de miles
de güiscolas llegados de ultramar.
También
me dio tiempo para viajar en avión, para soñar en el tren, para maldecir el
coche, para ir a cumplir con la patria, para volver sin ella, para sufrir
decepciones, para provocarlas, para recibir premios, para sentir apremios, para
caer enfermo y para levantarme insano.
Y por el camino aprendí a sufrir, desaprendí a correr, me reí de mí, lloré contigo, fui lo que
no era, nunca soñé ser lo que no soy, incluso algunos días me sentí muy feliz al
levantarme de nuevo.
También recuerdo que en una etapa cercana de mi vida me convertí a los antiinflamatorios, y que firmé manifiestos anónimos buscando una forma de entenderlos.
A veces me dio tiempo para querer para siempre. Otras veces estuve en horas bajas e hice testamento vital. Incluso en ocasiones manifesté firmeza ante los ilusionistas de la fe.
Y, en las horas más felices, me dio por escribir el prólogo de mi testamento póstumo.
A veces me dio tiempo para querer para siempre. Otras veces estuve en horas bajas e hice testamento vital. Incluso en ocasiones manifesté firmeza ante los ilusionistas de la fe.
Y, en las horas más felices, me dio por escribir el prólogo de mi testamento póstumo.
MIS PADRES
De
mis padres creo que no he escrito nunca nada en el blog. Pues no veo mejor
momento que éste para poner negro sobre lo más blanco.
Porque
mis padres son mi norte y mi sur, mis vidas y venidas, mi barlovento y mi
sotavento, el ombligo de mi mundo, el cristal con el que miro, mis reyes magos
de occidente, mis verdades más piadosas, la mayor alegría de mis alegrías y las
mejores medallas que nunca gané.
Mis
padres son como el amor que nunca pasa de moda, el querer como es debido, una parte
del paraíso cobrada por anticipado, el equipaje que nunca te pesa, el
maquillaje del fin del mundo, el pan de mis penas, mi hogar allá donde vaya, mi
única religión creíble, y la parte más dulce de mis amarguras.
Antes de seguir mi recorrido autobiográfico, queda dicho que este anuario de todas mis vidas va dedicado a ellos, mis padres, los
verdaderos narradores de mi existencia.
MIS IRREFLEXIONES
Entre
mis recuerdos hoy conviven miedos que viven cerca de mi tuétano, como esas
pesadillas en las que preciso de una gruesa sonda para ayudarme a orinar, o
esas otras en las que empiezo a notar demasiada frecuencia en las micciones
diarias, acompañadas de un pasajero escozor subterráneo.
O
las peores de todas, aquéllas en las que el médico en prácticas del vecino de abajo me
aconseja prevenir el mal con un bienintencionado tacto rectal.
Por
eso reflexiono cada día sobre mis cotidianas entretelas, las de la mitad de mi
pasado y, sobre todo, las de la mitad de mi futuro. Y
eso que confieso que hace tiempo aprendí que no hay que intentar entenderlo
todo, sino solo la mitad de lo más importante, la décima parte de lo más
cercano, en definitiva, solo lo que acaba justo donde empiezan tus pies.
Será
esa la causa de que suela tener suficiente con lo que veo con mis propios ojos, y que pocas
veces intente enterarme de lo que ocurrió a mis espaldas. Incluso a ratos hago
esfuerzos humanos por no enterarme de las cosas de las que tuve la suerte de no
enterarme.
MIS COSTUMBRES Y MANÍAS
Como
cualquier ciudadano septentrional desconfío casi siempre de lo meridional. Y
como cualquier expatriado dentro de las fronteras de su patria, imagino una
patria ideal a la que poder echar de menos.
Quizá
por eso no me guste jurar con los juramentos habituales de la tierra. Ni con
los del mar. Yo prefiero abjurar en falso sin motivo.
Aborrezco las semanas con siete lunes. Yo soy más de los jueves y de las vísperas de juergas de guardar. Y felicito
a los que triunfan, pero solo si lo hacen en época de derrotas.
Me gusta escribir autorretratos al portador, como si fueran ajenos a mi voluntad. Y no suelo conjugar los adjetivos con el futuro, sino con el pretérito imperfecto.
No me gustan las realidades previsibles, porque pienso que no hay nada menos previsible que la realidad. Y distingo el babor del estribor sin problemas, pero solo cuando diviso de cerca la tierra firme.
A veces le pongo al buen tiempo mala cara, pero solo por verle la cara y la cruz a la contradicción. Y, como ya no llevo puesto el babi de la safa, ni oigo el sonido constante de aquellas risas invisibles, no me queda otro remedio que ahorcarme cada mañana con el nudo de la corbata e intentar, sin quererlo, bordar el paripé.
Me gusta escribir autorretratos al portador, como si fueran ajenos a mi voluntad. Y no suelo conjugar los adjetivos con el futuro, sino con el pretérito imperfecto.
No me gustan las realidades previsibles, porque pienso que no hay nada menos previsible que la realidad. Y distingo el babor del estribor sin problemas, pero solo cuando diviso de cerca la tierra firme.
A veces le pongo al buen tiempo mala cara, pero solo por verle la cara y la cruz a la contradicción. Y, como ya no llevo puesto el babi de la safa, ni oigo el sonido constante de aquellas risas invisibles, no me queda otro remedio que ahorcarme cada mañana con el nudo de la corbata e intentar, sin quererlo, bordar el paripé.
Y
siguiendo con los juegos de tiempos y palabras, ya sabes que yo soy de los que
disfrutan con los marzeos de mayo, con los caminos en círculos, con los barones
afeminados, con los vellos por dentro, con los martes del dos mil trece, y con
el amor que se profesan los enemigos íntimos.
Pero,
a cambio, soy de los que distinguen el verbo infligir del infringir, aunque a cambio coloco la hache muda en las conversaciones cotidianas con relativa facilidad.
Y,
para confundirme aposta, si me dan a elegir entre brindar y blindar, o me
tomo un par de copas para decidir, o hago lo mismo que hace con las erres
el chino mandarín.
De
los pasados abrazos sin brazos también me acuerdo; por eso a menudo suelo
acordarme de las tempestades que me tocó vivir, porque las cosas mal
hechas que no se recuerdan, corren el riesgo de volverse a repetir.
Para terminar. Muchas veces me acuerdo de aquel médico que siempre les pregunta a sus pacientes que en qué
parte de su cuerpo viven. Yo siempre le respondo que vivo en la
rodilla, al menos por las mañanas y por las tardes. Por las noches me suelo ir
a dormir para biodescodificarme, aunque en las largas noches de insomnio prefiero atizarme un par de güisquis para mostrarme a mí mismo quién
manda en mí.
MIS AMISTADES
De
la amistad con mis amigos prefiero no hablar, porque es tan invisible que casi
nadie la puede ver, porque está llena de acuerdos tácitos, de primeros excesos,
de falta de remordimientos, de vocaciones realizadas y de enormes letras
pequeñas.
Porque
es tan intangible que no desaparece aunque la dejes de usar, porque es tan fiel
que nunca te quiere cambiar, y porque es tan infalible que nunca te falla, con
o.
Supongo
que los cimientos de la amistad provengan de aquellos tiempos en los que los
problemas del mundo se dirimían sin prisas, pero con seriedad; no como ahora,
que los jóvenes dedican su ocio solo a hablar de bellas mujeres y de maravillosas frivolidades.
Entonces
no, entonces en los bancos del Sardi se discutía con ardor sobre las últimas
decisiones tomadas por el Senado, sobre la debida armonía entre el capital y el
trabajo, o sobre el problema del paro como mal endémico del país.
Será
que el mundo cambia o, como dicen los cuarentones de hoy en día, será que los
tiempos han dado un viraje radical.
MIS CREENCIAS
Si
me preguntas por mi parte más carnal, te diré que no le rezo a nadie, porque no
tengo fe en lo que no se ve. Y tampoco creo en el destino, y mucho menos si se
apellida divino.
Al
contrario, creo más en realidades palpables como el libre albedrío, el sentido
del tumor y el enfisema pulmonar, la sangre rica en plasma y las prótesis de
rodilla hechas de titanio enriquecido y, sobre todo, creo en los
baipás que devuelven la vida a los hombres sin corazón.
Porque yo
pienso que el alma humana es la parte más noble del hombre, la cosa de menor
precio y de mayor valor. Y eso que tampoco la veo. Ni la conozco. Ni
puedo tocarla. Y tampoco creo que nada divino nos la haya concedido.
Pero estoy convencido que nos sirve para fabricarnos la felicidad eterna, como aquel líquido
fabricado por el alquimista de Coelho, capaz de prolongar muchos años la
existencia, capaz de distinguir lo falso de lo falsificado, lo honrado de lo
honesto, la verdad de la única verdad, la mentira del resto de mentiras, y las
tentaciones del resto de las inconfesables tentaciones.
MIS LETRAS
De
la ficción de la vida siempre me decanto por las novelas basadas en hechos
reales, sobre todo si los hechos reales proceden de sucesos completamente
imaginarios.
Pero
no me gusta lo que suena a novelesco, y mucho menos lo que se escribe sobre
ello, como los espejismos que se materializan en los horóscopos, donde las
personas encuentran historias sobre todas las cosas, o aun peor, donde
encuentran toda clase de vínculos irreales con su propia existencia.
Y hablando de letras, aunque te lo parezca, no es fácil escribir sobre uno mismo. No es un trabajo como
cualquier otro, pues, aunque también requiere esfuerzo y dedicación, has de
vences tu íntimo sentido del pudor.
Por
eso un señor insoportable que llevo dentro me reprocha a menudo que no me dedique a
escribir obras maestras, en lugar de escribir esta biensonante entrada para un
blog familiar.
Y
hay días que pienso hacerle caso al insoportable. A veces pienso que sí, que
debería escribir una obra maestra, porque a partir de entonces viviría mejor.
Porque
me convertiría en mi propio empleado, porque ya no tendría que mandar, porque
me bastaría con no obedecerme a mí mismo, porque disfrutaría con los altibajos
de mis ingresos, porque me acostaría a la hora de levantarme, porque se me levantaría
a la hora que yo no quisiera, y porque sería admirado por mis defectos y por
mis salidas de tono.
Pero
luego se me aparece en sueños un hombre con traje gris que también vive dentro
de mí, y me muestra un libro nocturno de contabilidad, y lo abre por la cuenta
de resultados, y yo, dormido, comparo sus millones con los de la competencia, y
con los del año anterior, el de 2012, cuando yo descumplí 41 años para cumplir 42.
Y
entonces me olvido de la obra maestra. Y del color de mi traje. Y de mis
defectos. Y de mis altibajos. Y acabo con el lápiz en la oreja abrazado a
números ajenos.
MI AUTOEPÍLOGO
A
pesar del número que indica mi edad, y de la crisis de los olvidados cuarentas, no he
cambiado recientemente de colonia, ni de ropa interior, ni de peinado.
Y
tampoco he cambiado, y creo que no cambiaré nunca, de gusto musical. Por eso,
si me dan a elegir entre los cinco latinos, los tres sudamericanos y el dúo dinámico,
siempre me quedaré con Antonio Vega, ese chico triste y solitario.
Dentro
de un año cumpliré 44. Hasta entonces. Nos vemos. Y yo que lo vea. Y tú que lo
leas.
SiempreVega
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