lunes, 30 de mayo de 2011

Marina d’Or

Este lunes, 30 de mayo de 2011, se disfraza de domingo, de feliz cuarentena. Es un día especial, con huella, con ceremonia. Porque, aunque salga el sol como siempre, sus rayos apuntan especialmente a alguien. Y por eso ahora se me amontonan en la mente los recuerdos de cuando yo estaba a punto de cumplir cuarenta años. De eso hace ya más de un año.

Aquéllos no son días como los demás. Supongo que sea porque recuerdas todas las cosas que te quedan por vivir y te entra cierta prisa vital. O quizá sea porque recuerdas algunos antecedentes familiares y personales ya vividos, o fraternales signos de amistad que te faltan, o síntomas superados de algún viejo desafío. Y aunque el saldo sea netamente ‘seropositivo’, a uno le suena toda su música a una especie de reyes magos y carbón.

Pero entonces alguien se acuerda de ti y te escribe en voz alta un autorretrato dedicado, y además te dice que eres parte importante de su vida. Y que la tuya es una amistad como hecha de nubes, como una emotiva balada del Vega, de ésas que recibes en cómodos plazos cuando más la necesitas.

Como hoy, el día que llega el turno de oficio para los cuarenta de Marina. La MVP de la 9/97 del caserón de Cibeles. La infalible madrina de la farsa que nos da de comer y que nos unió ya hace años en bienaventurada amistad.

Y la Lombardero ha llegado hasta aquí con su invisible hoja de servicios inmaculada. Porque ella nunca se acuerda de traicionar a nadie. Porque está condenada a ser decente. Y porque sigue luciendo la misma buena estrella que la chica ‘osma’ que yo conocí.

Incluso, cuando a veces le da por defiender amistades indefendibles, lo hace sólo por temor al eco que queda cuando llamas a las cosas por su nombre. Y porque es de las personas que prefieren las historias con final feliz.

Por eso, si yo os mostrara el semblante de la Marina que se deja ver, sentiríais un derroche de rectitud en defensa propia; sentiríais una lucha permanente en favor de las utopías más rutinarias; y sentiríais el fragor de la batalla contra lo más injusto del mundo. Porque la injusticia, ante ella, pierde todas sus coartadas.

Y, siendo yo justo, os diré que fue precisamente ella quien me llevó la primera noche ‘al Penta a escuchar’; vivíamos entonces en plena resaca de la movida madrileña y, seguramente por eso, las primeras canciones de las que se acuerda hoy siguen siendo las últimas que aprendió entonces.

A nuestra Marina no le gusta escurrir los bultos, y siempre prefiere saludar de refilón la notoriedad. Y eso que, en días de estreno, sabe sobreponerse al temblor del hilo de su voz para dar espléndidas clases sobre el debe y el haber; y lo hace por vocación y gusto, aunque ella prefiera cobijarse en el vil metal.

Y es de las personas que nunca se acostumbra a vivir sin esfuerzo propio; quizá por eso en su mano izquierda siempre guarda escondido un impreso de trabajo para surcar los mares de algún nuevo organismo internacional lejano, pero su maleta va cargada del aliento de tantos amigos que al final acaba pesándole la decisión casi tanto como lo que ella vale.

En ocasiones la fuerza de la gravedad le hace deshojar la media margarita de su vida; e imagino el miedo que siente a que venga otra vez el lobo del quizá. Por eso no para de mirar al cielo para intentar tapar algunos agujeros de su rastro.

Y yo estoy seguro que acabará encontrando ese lugar seguro donde ir a parar, para olvidarse de tener miedo, para que la noria gire en el sentido correcto, y para terminar de cruzar de par a impar los confines de la felicidad.

Muchas felicidades, Marina, te deseo siempre lo mejor de lo mejor, y aprovecho esta redonda ocasión para recordarte que la más preciada página de tu vida, ésa en la que aparecemos tus amigos, no está por escribir.

domingo, 29 de mayo de 2011

La cuarta

Guardiola

Messi es el mejor jugador que he visto y el mejor que voy a ver. Tenemos jugadores muy buenos y podemos competir bien, pero él nos da el salto de calidad. Messi es único e irrepetible. Esperemos que Leo no se aburra y el club le dé los jugadores adecuados para rodearle y siga con una vida personal equilibrada.

Alex Ferguson

Quiero felicitar al Barça por el trofeo, porque son los justos vencedores. Nunca nadie nos había dado una paliza así.

Cristiano

Coentrao es fortísimo y polivalente.

Yo

Las cosas pequeñas tienen su importancia. Y, cuando faltan, es por lo que una persona se suele echar a perder.

La cuarta champions del Barça es una cosa pequeña, pero yo me creo que es grande.

Y por eso ahora estoy feliz. Porque, como decía el ruso más universal, es más feliz el que sabe engañarse mejor.







sábado, 28 de mayo de 2011

A repetir la historia


Hoy es el día de los héroes en calzoncillos. El día de los sueños.

Por eso no vengo cargado de renglones, sino de sueños. Y siento algo de miedo, es verdad. Pero me aferro al espíritu que un día de hace 19 años hizo que las cosas cambiaran. También en Wembley. Porque hoy recuerdo sólo las cosas que vale la pena recordar.

Y espero la final intentando tener paciencia, pero impacientándome a cada segundo. Como un señor normal.

Es un día de tregua que se mete entre el placer y el dolor. Y como yo estoy negado para lo sobrenatural y la trascendencia, me sentaré en la inopia de mi sillón ball para encomendarme a mis héroes en gayumbos preferidos.

Que caiga la cuarta.

jueves, 12 de mayo de 2011

Dos años sin Antonio Vega


Este es un blog donde no hace falta fingir demasiado. Con lo justo vale. Y por eso las emociones siguen estando permitidas. De momento. Ahora sólo falta transformarlas en palabras.

Porque el mismo día en el que mucha gente celebra su cumpleaños, el 12 de mayo, a otros nos da por celebrar una macabra onomástica. En realidad no es un festejo. Se parece más a una necrológica dulce, a una fecha ‘mortal y rosa’. Es como un día tristemente feliz, de sol frío.

Y es así por lo que se esconde detrás del dolor de una pérdida, pero dulce a la vez por lo que te sobra al recordar aquellos buenos momentos que te pasabas ‘vegando’. Solo y en compañía de otros.

Antonio Vega Tallés murió a los 51 años un día como hoy de hace ya dos años; y yo podría haberme olvidado; o podría escudarme en la falta de tiempo, o podría limitarme a mirar hacia el cielo desde el purgatorio.

Pero es que la muerte sólo tiene importancia para los que seguimos vivos. Y por eso pienso celebrar este día el resto de mi vida, a mi manera, reviviendo lo vivido, escuchando las viejas nanas del chico triste y solitario, y derramando en su memoria algunas letras como las de antes.

Así me parece que el lamento por su ausencia se transforma temporalmente en su misma presencia. Es como si al reescribirle me proporcionara una calma con forma de ronda celestial. Quizá sea sólo una manera egoísta de intentar embellecer mi mundo. O quizá sea porque escribir es precisamente como no estar en el mundo.

Pero la única realidad es que el Vega se nos fue, y lo hizo avisando, a plena luz del día; y con su marcha nos dejó un profundo rastro, todo un escaparate de sueños por cumplir. Sueños que también valen de guía para los recién llegados, pero que para los de siempre constituyen una banda sonora con letra de himno generacional.

Es verdad que la vida de Antonio era incompatible con la vida; es verdad que se dedicó a vivirla sin sentido práctico, a la espera de la hora decisiva, sin pretensiones de inmortalidad. Pero, seguramente por eso, infinidad de veces consiguió meter la eternidad en el espacio de un pentagrama, en composiciones que carecían de pudor para contar la desgracia, sin llevar la sensibilidad hasta la sensiblería.

También es verdad que, al apagarse la música, acostumbraba a no admirarse, y entonces solía aparecer su parte más atormentada. Incluso, cuanto más alto se escuchaba el rumor de los halagos de sus seguidores, con más fuerza los juzgaba como malentendidos.

Por eso hoy resucito el viejo tópico de quedarme sólo con su voz entre otras mil, con su sentimiento y con las melodías de desesperación que nos hacen entender mejor el mundo. Porque la finalidad de las canciones no es forzar que las cosas te salgan bien, sino que te suenen a alguna verdad conocida.

Y hoy, como cada 12 de mayo, vuelvo a gritar, para poder sentir su soledad, para seguir tatareando en paz las mismas canciones de siempre, ésas que compuso sin aspiraciones de moda. Y me conformo con recibir como respuesta un atronador silencio en forma de buenos recuerdos.

Dicen que a veces el dolor se equivoca de persona. Yo no sé si es mentira o simplemente no es verdad, pero a mí me suena muy bien para el caso del Vega, y como además me encanta el eco de las palabras que no tienen eco, vuelvo a dar mi brazo a torcer cuando se trata de rimas que no riman, de las que te invitan a descubrir alguna verdad por ti mismo.

Y, aunque supiera, este recuerdo al Vega no lo traduciría jamás a versos, porque el reflejo que me dejan sus canciones ya se parece por sí solo a los más grandes poemas de desamor.

Hasta otra, maestro.

SiempreVega

sábado, 7 de mayo de 2011

A Seve

Hoy las portadas de los periódicos despiden al inventor del golf en España, que se nos ha ido para siempre a los 54 años de edad. Demasiado pronto. Como todo lo que hizo en su vida.

Decir que fue un genio duele por utilizar el pasado. Pero es que lo fue. Y por eso es casi imposible exagerar su palmarés y sus éxitos y, sobre todo, lo que significa su figura en el deporte mundial.

Seve era un hombre con una aptitud extraordinaria para jugar al golf, para crear, para inventar cosas atado a unos palos, dotado con un talento nato para hacer volar los sueños de mucha gente siguiendo la trayectoria de una pequeña pelota.

Incluso las ventajas físicas tampoco escaseaban en él, y contagiaba su fuerza, sus ganas y su ímpetu, con un amor propio que no resistía comparación alguna.

Dicho así suena una vida insignificante, intrascendente. Incluso privilegiada. Y quizá por eso el genio de Seve, en ocasiones, era percibido por alguna gente como mal genio, seguramente porque su forma de ser te empequeñecía, y porque lo que realmente intimida a las personas es lo que se aparta de lo normal, de lo cotidiano.

Pero es que el gran Seve había salido también de la nada, se había abierto camino él solo, a empellones. A base de repetir golpes. A base de ilusión. Creyendo en la estética del trabajo antes incluso que en la del juego.

Y, sin embargo, por debajo de su envoltura genial, incluso por encima de ella, aparecía siempre su capacidad de esfuerzo, su honrada fuerza de voluntad y su constante sentido del trabajo, virtudes éstas que no suelen caer del cielo, pero que tanta envidia provocan a quien no las pone en práctica.

Y así ha sido hasta el final. Hasta el día de su muerte. Tras más de dos años de lucha contra dos tumores con forma de pelota de golf que se instalaron en su cerebro.

Se nos ha ido un tipo diferente, un cántabro respirado por los cuatro costados del mundo. Y ahora lloramos a mares su marcha. Descansa en paz, campeón.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Gastelo



Antes de escuchar este directo de Gastelo, comprueba que tengas abrochado el único botón que te queda de la camisa. O del pantalón. Luego piensa en algo razonable que te haya pasado hoy, pero que no tenga que ver con el Barça-Madrid. Por último, antes de darle al play, piensa si prefieres el fondo o la forma de las cosas. Y yo te pregunto, ¿qué es, en el fondo, la forma?

martes, 3 de mayo de 2011

A Wembley...como en el 92



Lo del corro de la sardana al final, lamentable. De pueblo. Me recordó al barça del 86 cuando pasó a la final ganando al Goteborg y luego la perdió. Pensé que se había superado ya esa etapa de celebrar una semi como si fuera un título.

Y lo del pasillo del cuerpo técnico a los jugadores, de película de buenos. Si se pierde la final, recordaré esta paletada.

Por cierto, le pido una cosa al 9 de España. Que marque el 1-0 de la final. Para eso se le fichó. Como hizo Etoo en las dos últimas. Y sin tanto abrazo.



Otro brazo.

domingo, 1 de mayo de 2011

Ser o no ser, esa es la cuestión

JOHN CARLIN 01/05/2011

- "¡Ay, no dejes que me vuelva loco! ¡Loco, no, santo cielo!".

-Rey Lear, de Shakespeare.

El famoso futbolero Albert Camus, también conocido como novelista y filósofo, propone que la única pregunta realmente seria es si uno debería o no suicidarse. Si viviese hoy, reconocería que ha surgido otra fundamental, también relacionada con el suicidio: ¿Comparte la cúpula del Real Madrid los criterios de su entrenador, José Mourinho? O, para plantearlo de otra manera: ¿Han caído todos en la locura o queda en el Bernabéu algún rayo de luz?

No nos referimos a la filosofía de juego del equipo. Optar por una estrategia de destrucción en vez de creación, de pelotazo en vez de posesión, y considerar que un 0-0 en casa en el partido de ida de una semifinal de la Champions es un objetivo digno de celebrar no es nada nuevo en el fútbol ni tampoco irracional si se parte de la premisa -la admirablemente humilde premisa- de que el rival es muy grande y la única forma de oponerse a él es jugando como un equipo pequeño.

No. Hablamos de las declaraciones de Mourinho después de que sus planes para un empate a cero contra el Barça se torcieran y su equipo perdiese por 0-2. El contexto fue una rueda de prensa, pero, salvo el sector Torrente de la afición madridista, cualquier observador medianamente lúcido habría entendido que esa no fue la denominación indicada para describir semejante coloquio. Se trataba de una intensísima sesión de psicoterapia que debería haber permanecido en privado, entre paciente y médico, pero fue transmitida en directo a millones de personas en todo el mundo.

Eso sí, fue un espectáculo magnífico, aterrador, digno de una obra de Sófocles o de Shakespeare o de una novela de Dostoievski en la que el héroe, en un éxtasis de agonía existencial, clama contra el universo. El "¿por qué?" mourinhiano pasará a la leyenda junto a los gritos impotentes de Edipo, el rey Lear o Iván Karamazov ante la ciega injusticia celestial.

La particular dificultad que nos plantea el monólogo de Mourinho, el aspecto psiquiátrico de la cuestión, radica en la desproporción entre causa y efecto. No acababa de descubrir que había matado a su padre, que sus hijas le habían usurpado el poder, que Dios no existía o que, aunque existiera, no podía alabarle, ya que permitía la muerte de los niños. No, no. Lo que le había abierto los ojos al horror de la condición humana fue la tarjeta roja que vio un joven llamado Pepe, castigado por un organismo de Naciones Unidas dedicado a aliviar el sufrimiento de los niños que Dios ha abandonado.

Ante semejante calamidad, Mourinho tuvo una revelación. De repente, entendió que la vida carece de sentido, que todo es una broma, que el mundo es "un asco". Pero, trastornado por el poder absoluto, se había equivocado espectacularmente de escenario. Invadido por una mezcla tóxica de paranoia y egomanía, pensaba que estaba actuando en una tragedia de dimensiones épicas cuando se trataba de una comedia con un protagonista, repetimos, llamado Pepe.

Lo que queda por ver ahora es si los mandatarios del Madrid se han percatado de esta grotesca realidad y si consideran que una entidad cuya imagen mundial ha sido al fútbol lo que el Rolls Royce es a los automóviles o la familia real británica a la aristocracia puede seguir con él al mando. De la señoría se ha pasado a la farsa y, por si alguien cree que estamos expresando una opinión idiosincrática o incluso original, échenle un vistazo a los diarios británicos, hasta esta semana admiradores casi incondicionales del entrenador portugués. Simon Barnes, del Times, por elegir un ejemplo, escribió que Mourinho se había revelado por lo que es, "el loco del metro" que cualquier día aparece en el andén y te dice que es Napoleón. "El Madrid ha caído en el ridículo", dice Barnes, laureado y veterano periodista deportivo, "y la imagen que transmite el club es mucho más tonta de la que vimos cuando fracasaba con sus anteriores entrenadores".

¿Se reconocerán en este espejo los otros amos del Madrid, los que Mourinho ha desplazado? ¿Harán algo al respecto? ¿O, contaminados de la enfermedad caligulesca del pobre hombre que han dotado de poderes sin límite, caerán en la inconsciencia de permitir que un grandioso club se desplome hacia el suicidio?