viernes, 30 de marzo de 2012

Raros e infelices

26. Los hay raros, porque al leer Amarillo valoran más a los perdedores invictos. Los hay infelices, porque ya saben que follar sin placer es como hacer preguntas al escribir una carta.

27. Los hay raros, porque siguen creyendo que les han robado el mes de abril. Los hay infelices, porque sueñan con desordenar su habitación.

28. Los hay raros, porque viven el doble en el mismo tiempo. Los hay infelices, porque llevan una doble vida que les parte en dos.

29. Los hay raros, porque encuentran extraño todo lo normal. Los hay infelices, porque buscan un problema en cada solución.

30. Los hay raros, porque piensan que para ganar a la lotería solo hacen falta buenos números. Los hay infelices, porque buscan números seguros, pero siempre tocan los de al lado.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Raros e infelices

21. Los hay raros, porque piensan que Umbral fornicaba con las metáforas. Los hay infelices, porque piensan que Umbral se perfumaba con el hedor de las palabras.

22. Los hay raros, porque prefieren hacer el amor antes que el sexo. Los hay infelices, porque nunca tienen tiempo para el amor eterno.

23. Los hay raros, porque viven con miedo a perder. Los hay infelices, porque prefieren buscar una buena excusa para perder.

24. Los hay raros, porque piensan que pensando no se llega a nada. Los hay infelices, porque piensan que ya nadie les querrá.

25. Los hay raros, porque adoran la antiliteratura de Céline. Los hay infelices, porque nunca han leído sus 3 puntos suspensivos.

lunes, 26 de marzo de 2012

Raros e infelices

16. Los hay raros, porque piensan que la diversión es una de las principales obligaciones de un caballero. Los hay infelices, porque su juventud huyó sin que se dieran cuenta.

17. Los hay raros, porque piensan que Guerra y Paz es un electroshock para el alma. Los hay infelices, porque piensan que tan solo es la biblia de la literatura.

18. Los hay raros, porque han llegado a entender a los clásicos. Los hay infelices, porque dicen que los clásicos están pasados de moda.

19. Los hay raros, porque solo cumplen años los años bisiestos. Los hay infelices, porque solo celebran años los 12 de mayo.

20. Los hay raros, porque utilizan un lenguaje maleducado y directo. Los hay infelices, porque buscan la cadencia musical de las frases y solo encuentran balbuceo y reiteracion.

domingo, 25 de marzo de 2012

Raros e infelices

11. Los hay raros, porque alucinan con la elocuencia de una niña de 16 años llamada Ana Frank. Los hay infelices, porque solo conocen a las personas después de pelear.

12. Los hay raros, porque disfrutan cuando Baroja concede la muerte a sus personajes más queridos. Los hay infelices, porque no quieren leer libros que huelan a muerto.

13. Los hay raros, porque prefieren morirse a toda prisa. Los hay infelices, porque para ellos vivir es un deber.

14. Los hay raros, porque creen que el suicidio es indoloro. Los hay infelices, porque no se suicidan por miedo al qué dirán.


15. Los hay raros, porque andan siempre entre la cirrosis y la sobredosis, muñeca. Los hay infelices, porque creen que ahora es demasiado tarde, princesa.

sábado, 24 de marzo de 2012

Mis cardinales (15)

A mí me gustan las canciones que tienen algo de artesanía. Las canciones que cuidan las palabras. Que incluyan tópicos, pero que parezcan fáciles de conseguir. Que se desgrane la música minuciosamente, con parsimonia. Que sean sencillas pero, a la vez, que sean imaginarias.

Por eso no me hace falta escuchar muchas veces una canción para saber que es una de las nuestras. Como esta de Los Madison. Con la colaboración de César Pop.

Si tú también te lías a veces al diferenciar desestimar y desistir, seguro que te gusta este TEMÓN.

‘Ropa nueva’. Los Madison. ‘Compás de espera’. 2012.

jueves, 22 de marzo de 2012

Raros e infelices

6. Los hay raros, porque hablan pero están como ausentes. Los hay infelices, porque confunden la soledad con la falta de compañía.

7. Los hay raros, porque creen que la sintaxis es una fantasía. Los hay infelices, porque creen que la gramática es una ilusión.

8. Los hay raros, porque prefieren las novelas sin cronología ni geografía. Los hay infelices, porque no entienden las novelas situadas en un tiempo sin tiempo.

9. Los hay raros, porque les cayó la desgracia del dinero y no la supieron aprovechar. Los hay infelices, porque no presumen de ganar el pan con el sudor del de enfrente.

10. Los hay raros, porque disfrutan viendo su vida pasar. Los hay infelices, porque revuelven el tiempo con el café.

martes, 20 de marzo de 2012

Raros e infelices

Todos los raros se parecen, aunque sus rarezas sean completamente diferentes. Porque el camino hacia el cielo suele discurrir por caminos raros.

En cambio los infelices lo son cada uno a su manera, como en la Karenina de Tolstói. Porque el camino hacia el infierno suele discurrir por caminos bien señalizados.

1. Los hay raros, porque les parece que la vida sin música es un tremendo error. Y los hay infelices, porque solo se saben la letra del la la la de Massiel.

2. Los hay raros, porque son felices sintiéndose parte del mismo lugar. Los hay infelices, porque son felices pisando el polvo de muchos caminos.

3. Los hay raros, porque bizquean a destiempo ante lo imprevisto. Los hay infelices, porque aspiran profundamente un aire de estupidez.

4. Los hay raros, porque pintan el infinito de azul. Los hay infelices, porque pintan el infinito de negro.

5. Los hay raros, porque se ponen contentos con las canciones tristes de amor. Los hay infelices, porque ya no cierran bares al amanecer.

sábado, 3 de marzo de 2012

Un paseo por el subsuelo

Leo en los mares de internet que, según una encuesta del gremio de editores, uno de los libros que más se sigue leyendo en la actualidad es la Biblia. Y a mí me cuesta creerlo. Debe ser porque mi única fe cierta la encuentro siempre cerca de lo razonable. O debe ser porque yo no viajo habitualmente en metro, que es el lugar donde la gente más lee.

Pues eso; que en las grandes ciudades la lectura en el trayecto del metro, camino del trabajo, es una manera subterránea de leer, obligatoriamente voluntaria, amenizada entre canción y canción por algún intérprete ambulante, o acompañada por el sueño profundo del desconocido vecino de al lado.

Y yo no suelo ir en metro a trabajar, pero no porque le tenga miedo al subsuelo; de hecho, uno de los libros más recomendables del ruso más universal son ‘memorias del subsuelo’, pero que nada tiene que ver con el criadero de escenas que se suceden a diario entre estación, andén y estación.

Quizá esta semana me acerque a algún vagón del metro, pero solo para comprobar si las Biblias en formato de bolsillo han conseguido desbancar a las verdades de Ken Follett que, según tenía entendido, continúan siendo el mejor consuelo para recrearse en las dudas.

O quizá, para mi sorpresa, algún viajero lleve en sus manos la novela cuyo protagonista es el joven Piotrus, el chico que nació ciego y que, con su ceguera, cubrió de desesperación e impotencia su hogar.

Y fue su tío, Maxim, inválido de piernas a consecuencia de heridas en el campo de batalla, quien supo mirar detrás de los ojos de Piotrus, y así advirtió la delicadeza oculta en aquel niño. De esta forma inició una singular didáctica con su sobrino, que terminó por despertar su vocación musical, tras un proceso de afinidad con su realidad, tan solo ayudado por el oído y el tacto.

El drama interior de Piotrus tiene final feliz, ya que el chico consigue renunciar a su sufrimiento al hacer de la interpretación musical, no un simple sosiego para su espíritu, sino una forma de liberación.

De cualquier forma, si en mi paseo por el subsuelo no veo rastro de Piotrus, me consolaré como San Manuel Bueno, que se consolaba consolando a los demás, aunque el consuelo que les daba no fuera el suyo.