sábado, 19 de junio de 2010

Calamity Penta

Esta historia podría empezarse hablando del fracaso de los pross en el mundial de Sudáfrica. Pero quizá la realidad me estropee la noticia 3 días después, así que prefiero olvidar lo que no ha pasado.

También podría mencionar los nuevos dibujos que modifican el color de la piel; sí, hombre, ésos que se realizan con tinta o algún otro pigmento y que se incrustan voluntariamente bajo la epidermis de ciertos seres humanos. Seguramente los habrás visto por la tele. Nosotros los vimos tan de cerca el viernes que nos enfrentamos en dos bandos; por un lado los seguidores de Tete Jr. y la raza aria, y por otro lado las que creen que en la mezcla está lo puro. Como todavía no se ha coloreado la última página de este cuento, prefiero volver a olvidar lo que no ha pasado.

Lo cierto es que la nueva incursión de la 9/97 en el mundo de la noche tenía marcado un objetivo, que no era otro que llegar al templo del pop y, una vez allí, comprobar si es cierto que ya somos los más viejos de los viejos bares. No pudo ser; no se escucharon acordes ochentenos en toda la noche, pero afortunadamente nos cayeron del cielo un par de pelotazos de agua bendita con cola light.

Antes nos habíamos reunido en La Fide a degustar la mejor cerveza de Madrid. Y entre caña y caña hablamos de innumerables asuntos sin importancia. Del lejano colegio mayor y del cercano trabajo. Del alegre funeral. Del tiempo. De dar tiempo al tiempo. De las evidentes diferencias entre la red de metro de París y la de Nueva York. De música. De irnos con la música a otra parte este verano. De la inocencia de los ascendidos. De los activos en suspenso recuperados.

Y una vez resuelto el mundo nos dirigimos al restaurante Alborán a tomar jamón del bueno y arroz abanda. Y no echamos de menos a los notarios, ni a los curas, ni a los testigos. Ni siquiera fue necesario pedir dispensa papal. La crisis se había llevado por delante a los comensales de otras mesas y pudimos disfrutar del salón sin maldecir al vecino, sin necesidad de sincerarnos con desconocidos. Y así hasta que cerramos la persiana del local a la hora precisa.

Como siempre que se comparte buena mesa y mantel se lanzaron al vent promesas incumplidas, y caímos en las clásicas trampas en las que siempre caen los hombres de los dos hemisferios, pero no faltamos a las leyes del honor, ni las humanas ni las divinas.

A medida que la noche avanzaba se cerraron nuestras heridas más escondidas y se hicieron oídos sordos a las penas. Por eso habrá que volver a convocar pronto a la tropa, antes de que un nuevo recorte salarial nos obligue a trasladarnos a las mesas invisibles del Alborán.

Un placer y un adiós a la francesa.

2 comentarios:

Ro dijo...

Me encanta el título! Lo del Penta estaba cantado desde el momento en el que dimos el OK al Alborán (por cierto, también muy buenas las croquetas), aunque así tenemos excusa para futuras escapadas. Sigo riéndome al recordar algunas conversaciones y caras de sorpresa... En fin, pilas cargadas para enfrentarse a la rutina por unos días; no muchos, así que habrá que ponerse ya a organizar esa comida prometida.
Se me olvidaba: iphone confiscado.
A la próxima pido no conducir.

JAVI-SHATT dijo...

SHATTO,TUS DESPEDIDAS A LA FRANCESA SON MITICAS E INIGUALABLES.
RUNNER SIEMPRE.