Ella vive en
todo el mundo. Él ve el mundo por la tele. Es el dormilón, de Iván Ferreiro. Y
sueña con soñar lo que ella sueña.
Y así no
acaba la historia. La historia sigue, o debería seguir, más o menos así:
Ella vive en
el cielo. Él repugna el cielo desde el infierno.
Ella besa con
besos de hombre. Él se muere por sus besos.
Ella envejece. Él ve cómo le dejan las cosas.
Ella pasa la
tarde leyendo. Él lee sin leer.
Ella cree que
la cara es el espejo del alma. Él cree que el culo está en el alma.
Ella hace un
viaje para olvidar una pena. Él cambia de piso para cambiar de vida.
Ella va a
fiestas donde no se festeja nada. Él celebra la costumbre.
A ella le
gustan las novelas sin narrador, como a Flaubert. A él le gustan las novelas
subjetivas, como a Proust.
Ella tiene
buena memoria, y se acuerda también de lo malo. Él tiene mala memoria, y se
acuerda sólo de lo bueno.
Ella cree que
vivir es ver volver. A él le gustan los 3 infinitivos juntos.
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