sábado, 1 de febrero de 2014

Camino de día por las noches

Y en la mañana busco la noche, y en la oscuridad, mientras finjo los orgasmos, camino dando círculos, de arriba abajo, de derecha al este, de adentro a mar adentro, y me creo el Marlon Brando del último tango en París, o el Mickey Rourke de las 9 semanas y media. Pero como ni tengo el pelo rubio, ni el sexapil que le ponía a la Basinger, y como ni siquiera soy un buen actor de reparto, dejo mis comunes fantasías escondidas en mi entrepierna, quizá para cuando cumpla de nuevo los 18.

Pero a ratos tengo pesadillas con la tinta invisible con la que escribí aquella vieja nota del pasado, la misma con la que escribía cartas de despedida a bellas mujeres con las que pasaba las noches en blanco, esas noches que nunca acababan al día siguiente. Aquellas noches en las que disfrutaba confundiendo los buenos motivos con los barrios chinos. Noches en las que se juntaban el espacio y el tiempo, pero sin velocidad.

Como cuando soñaba con juntar las coplas y las copas, como cuando pasaba las tardes de invierno soñando con catálogos de carne y hueso. Como cuando me colaba en camas de atrezzo para quitarme la sed, o cuando soñaba con ser el capitán de un desierto en calma, como si fuera el Sabina de los 7 pecados capitales.

O como cuando pedía taxis amarillos de los de NY por el teléfono rojo de Moscú, o como cuando el chaval de la peca trabajaba en telepizza y me traía el secreto de la masa escondido tras un gran guion de una película de amor. Sin final feliz, pero con doble de queso y algo de orégano.

Y entonces a mí me daba por inventarme su título en inglés, pero lo traducía como me salía de los cohones, porque yo entonces no tenía que hacer lo que había que hacer y por eso a ratos conducía hacia el puerto de Santa María. ...i'm coming. ..feliz cumpleaños chaval.

Ahora vas y me preguntas qué coño es esto. No te gode.

SiempreVega

domingo, 5 de enero de 2014

III Fiesta La Venencia Joven

Menos lo que sobraba, todo lo encontré en la fiesta de la venencia del cierre del año 2013. Y todo transcurrió siguiendo el guión previsto; fue como toser y cantar, como una orquesta que tocaba al son que marcaba Pantxo DJ, a veces con canciones que nos abrían el corazón, y otras con canciones que nos cerraban la cabeza.

Y allí encontré una especie de símbolo y de cuate. Y me bebí los litros de alcohol que todavía corren por mis venas. Y me subí al piso más alto de las torres de Kuala Lumpur, o como cohones se diga. Y escuché al fondo del local el sueño profundo de la malagueña a través de los tiempos. Y disfruté de la mezcla de una pareja de piernas con sus guardiles. Y releí el Pip de las pequeñas esperanzas. 

Y sonó con fuerza el Mescalina mi amor. Y se bailó la Jota más autóctona de Cantabria. Y se removieron los Maracos de Machín. Y me cansé viendo el triatlón de los Corrales de Bezana. Y me topé con los cameos de Lation & Balaguer. 

Y con los 8 putos días de oro del Corte Inglés. Y con el Luis Buñuel del Río de la Pila. Y con la reina de la noche de la Venencia del 2012. Y con el Miki Molina del Levante de la calle Palencia. Y con las Murcias de todas las Españas. Y hasta con la fugaz Mela que late.

Hasta otra. Y tú que lo veas, tía.



































sábado, 21 de diciembre de 2013

El último post del 2013

Dramas y caballeros, hace meses que no corto mis pensamientos. Ni siquiera los que crecen en el jardín de rosas de aquella mítica canción.

Hace meses que no me sale la inspiración. Ni siquiera con la espiración de la chica de ayer; es como si se hubieran secado las calles mojadas, o como si los cabellos dorados ahora se parecieran al sol y sombra.

Hace meses que los moros me parecen todos unos simples cristianos. Como los que adoran al futuro balón de plata del año 13.

Hace varias amnesias que no me salen las dudas. Ni si quiera concentrando el oro de mi tiempo en mis vulgares certezas.

Hace meses que no me sale la prosa de tus versos. Ni del jondo del corazón, ni del melón partío.

Hace meses que ya no sale humo de las letras que leo. Será por culpa de las ciencias, o por la flor de las neuronas, o como dice Fito, por culpa de la luna.

Por eso quería escribir mi último post del año como si fuera un swot para la troika, sin fortalezas de vaqueros del oeste, con debilidades escondidas entre sombras, sin oportunidades de oro del corte inglés, y con amenazas de incendios de nieve e inmortalidad.

Porque el que acaba ha sido un año diferente; seguramente tú pienses lo mismo, pero por motivos distintos a los míos. Sólo espero que en tu caso no sea porque te has sumado voluntariamente a la estadística de seres humanos que han medicalizado el sufrimiento cotidiano, ya sabes, por la epidemia con la que se propaga el diagnóstico de la depresión. ¡Qué fuerte, hasta que no me tomo un café y una pastilla por la mañana no soy persona, qué fuerte! Y que lo digas, mujer.

Volviendo a mi post; en mi caso no ha sido un año diferente gracias a la estadística, y eso que me gusta, sobre todo cuando me favorece; tampoco porque el 2013 haya sido justo el siguiente a otro año bisiesto, que me la fuma, ni porque tú hayas conseguido sumar, como yo, otro año más a tu autobiografía, que no me la fuma.

Tampoco encuentro la diferencia respecto a años pasados por el simple hecho de que alguien haya cambiado arbitrariamente de sentido la calle de mi niñez y que, debido a ello, ahora no sepa si subo a Potes o si bajo a Santander.

Y tampoco me parece diferente porque haya conocido a personas que dicen en las redes sociales que aman a la gente en general, pero en cambio nunca le dicen a los ojos 'te quiero' a ninguna persona en particular.

Ni porque yo haya perdido, sin saberlo, varios amigos de mi imaginaria cuenta de Facebook. Me gusta. Comentar.

Ni siquiera porque ya tenga claro, por fin, que los artistas muertos venden más que los vivos. Y no hablo ni de vinilos ni de compás, hablo del arco iris que se ve al abrir la puerta de atrás. Todavía no es demasiado tarde, Lapido.

Creo que la razón es que este año he descubierto que hay algo más poderoso que la lógica, más divertido incluso que la interpretación diaria de la realidad, más satisfactorio que un ronmiel mezclado con la hora menos de las Islas Canarias, y más orientado al norte que un árbol con millones de ramas que apuntan sinsentido a todas las direcciones.

Pero ahora no recuerdo lo que es, y sólo sé que gracias a este potente y simbólico cambio este año no tengo grandes penas que echar de menos, salvo la de la comida más importante del día y, como diría Fesser, ésta es una noticia francamente. Muy grande Guillermo. Vuelve. Pero no vayas a 'qué tiempo tan feliz', por amor de 2.

Quizá mi olvido sea cosa de mi tendencia natural a evitar cualquier juicio extremo o a cualquier intromisión en lo ajeno, una maravillosa costumbre con la que siempre me congratulo, porque actúa siempre en defensa propia y, sobre todo, porque me evita tener que interesarme por los problemas de la gente sin problemas.

Espera, ya recuerdo lo que era....... era por la cirrosis, o por la sobredosis, o porque mi ca, ca, ca, cabeza da vueltas persiguiéndote......o porque ya es demasiado tarde para comprender....vaya, el Vega de nuevo. Tendremos cien años y no aprenderemos. El año que viene pondré más atención. El ciento uno.

Felisa me muero y próspero 2014, y que pases un buen Feliciano+Nadal.

SiempreVega. Eso no cambia.


viernes, 22 de noviembre de 2013

Mis cardinales (28)

Luz sigue caminando sin brújula, como en este nuevo ¿por qué no vuelves amor?, y por eso nos sigue guiando hacia el norte de lo invisible. 

Uno no es de ninguna parte hasta que escucha una canción que le recuerda a algún lugar. Yo tengo muchos lugares que recordar gracias a Luz, a su voz. Y debe ser ése uno de los vínculos más sólidos que puedes tener, como un feliz remordimiento de conciencia.

Cuando canta Luz a mí me parece que te intenta aliviar un dolor que todavía no se ha llegado a producir. Y qué bien te quedas, ¡goño!

viernes, 8 de noviembre de 2013

Concierto Quique González


El otro día fui a un concierto de Quique González en San Cristóbal de La Laguna. Absténganse La Laguna y Santander.

Fue puro azar encontrarme el día anterior con él en la cola del vuelo de Ryanair de Madrid dirección Los Rodeos. También fue puro azar asistir al concierto.

Por eso todo me parecía una mezcla de pan y clonazepán, una especie de crimen perfecto, una moneda con dos caras, o las dos caras de la misma moneda, como  una mezcla de Vega sin Antonio, o de Quique con Enrique.

El concierto tuvo formato acústico, con dos guitarras, una armónica y una voz, por aquello del exceso de equipaje y la teletienda de Ryanair, supongo. El repertorio fluía del escenario al patio de butacas y al revés, sin más norma que la que procede de la física y la química.

Yo pasé un rato inolvidable desde la primera fila del Teatro Leal, que se numeraba en mi entrada como ‘fila 2’, no sé si para añadirle encanto o para quitarle superstición al teatro.

Y es que, a veces, las canciones de Quique te dejan entrar en otras canciones, o te permiten encontrar fácilmente lo que no buscabas. A mí me suelen conducir al encuentro con la libertad, como si estuviera abrazado a Juana la loca, o como si me reencontrara con la soledad de Felipe el hermoso.

SiempreQuique

SiempreVega

sábado, 19 de octubre de 2013

Mis cardinales (27)

A veces se me olvida que esta canción fue de las primeras que me gustó de Quique. Afortunadamente hoy me la he encontrado navegando por internet y, al escucharla de nuevo, se ha hecho un silencio lleno de sonidos conocidos. Ha sido un silencio personal, nada parecido al silencio de la soledad.

La canción suena a Sabina por los cuatro costados, porque su argumento es un pretexto, porque se enreda en los minúsculos problemas de la vida cotidiana, y porque recorre los oscuros territorios de la imaginación.

Te animo a que te tapes los oídos para escucharla, para que la puedas disfrutar perdiendo el sentido de la realidad.


SiempreVega

sábado, 12 de octubre de 2013

Villota

A mí las historias de héroes triunfadores me importan casi lo mismo que un bledo. Será porque no me veo reflejado en ellas. O será simplemente que no me las creo, o porque todas me parecen iguales, insípidas, como repeticiones de aburridos días de verano.

A mí lo que de verdad me atrae son las Villotas de la vida, porque sus historias me parecen bonitas promesas de eternidad, porque en sus vidas se disfrazan de ángeles de carne y hueso que luchan contra demonios, y porque el latido de sus corazones muestra lo bueno y lo malo de la vida, pero siempre detrás de una sonrisa.

DEP María de Villota, una bonita manera de vivir.

martes, 8 de octubre de 2013

Ri más Ro suman 4 y 3

Uno y uno son tres. Y me llevo una. A Frankfurt. Por el camino más corto. Sin pasado reciente. Con futuro histórico

Y desde mi olvidado blog veo el naufragio de la playa a lo lejos, como en un swot alemán. Pero desde mi hotel veo los tejados del mar en calma, como si se hubiera producido un eclipse de paz.

Y al fondo suena ese temazo que siempre me dice.... ahora es demasiado tarde.... déjame 20 duros. Como ayer. Como mañana. Como siempre. Y por eso me apetece atizarme un cubata de DYC. De garrafón, aunque sea del minibar.

Y ahora me pregunto si ya te crees que han pasado 4 y 3 años. O más bien crees que estás fuera del tiempo, como Lapido, en un lugar entre la realidad y el sueño. Como con un disfraz de sombra. No me contestes. Hágase el caos y no la guerra.

Ahora, camino de Frankfurt, camino de espinas y de rosas, puede que cambies de oficio, puede que alguien te felicite tu próximo cumple en inglés, como el paleto Guerrero, o puede que te suene a diario el rap del enriquismo.

O puede que allí tampoco suene. Como aquí. Como en el cementerio de la Almudena. Parece menterio, ¿verdad? Enrique se fue en el 99. Avisando, pero se fue. La vida siempre es asín.

Venga, Vega, que me pierdo por las ramas, al tema: Que te deseo que hoy pases un gran día, y una mala noche, que acabes la mili, que sientes la cabeza, que levantes el codo, que planches la oreja, que tuerzas el gesto, que dobles la rodilla y que comas perdices.

Y que afine tu orquesta del titánic, que digas que sí cuando te digan que no, que mientas cuando digas la verdad, y que pasees al atardecer del brazo de un apuesto tipo sin brazos.

Muchas felicidades, Ri, y que cumplas muchos más, por lo menos otros tantos como yo.


SiempreVega. VegaForever.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Mis cardinales (26)

Ella vive en todo el mundo. Él ve el mundo por la tele. Es el dormilón, de Iván Ferreiro. Y sueña con soñar lo que ella sueña.

Y así no acaba la historia. La historia sigue, o debería seguir, más o menos así:

Ella vive en el cielo. Él repugna el cielo desde el infierno.

Ella besa con besos de hombre. Él se muere por sus besos.

Ella envejece. Él ve cómo le dejan las cosas.

Ella pasa la tarde leyendo. Él lee sin leer.

Ella cree que la cara es el espejo del alma. Él cree que el culo está en el alma.

Ella hace un viaje para olvidar una pena. Él cambia de piso para cambiar de vida.

Ella va a fiestas donde no se festeja nada. Él celebra la costumbre.

A ella le gustan las novelas sin narrador, como a Flaubert. A él le gustan las novelas subjetivas, como a Proust.

Ella tiene buena memoria, y se acuerda también de lo malo. Él tiene mala memoria, y se acuerda sólo de lo bueno.

Ella cree que vivir es ver volver. A él le gustan los 3 infinitivos juntos.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Luz Casal, al filo de un cuchillo

Asombra ver tan entera a Luz Casal en esta hora en la que Kafka decía que estábamos acechados por el riesgo de despertar.
Cuando se sienta, parece que lucha aún contra ese instante que uno intuye, además, abrumado por la memoria de la salud, que en los últimos años ha sido asunto importante de su cuerpo y de su mente. Llega, sus ojos grandes como asombrados, casi aérea, parece que atraviesa la casa para seguir volando como les pasa a las mujeres en las novelas de Gabriel García Márquez.
Pero no, Luz Casal es ella misma desde que pide un té y habla. Lo hace con su acento peculiar, en el que entran los dejes del idioma y los dejes de la boca. Su semblante acaba siendo concentrado y estricto, como si estuviera pilotando un trans­atlántico en el que va sola con Paco Pérez Bryan, su compañero. En el timón, no cabe duda de que esta mujer superó tormentas. Pero, como dice, “yo estoy cómoda en el filo de un cuchillo”.
Todo le sirve con tal de seguir con su metáfora. La infancia, el dolor, y también los sonidos de la vida, lo que hay alrededor, lo que viene. Su música siempre fue un diluvio; ahora esa lluvia le viene de adentro. A Pablo Neruda le llegaban los poemas por el mar, eran restos de naufragios, maderas carcomidas por el tiempo; a Luz Casal le vienen del interior: ella está ahí, en el timón, recibiendo poesía, adaptándola a una de las voces más peculiares de Europa. Una asturiana enrazada con Galicia o viceversa.
Al final, cuando te vas de la casa, suenan canciones de su último disco (saldrá en noviembre; en España, con la discográfica Parlophone, se llamaráAlmas gemelas, y en el resto del mundo, Alma). Con lo que ha venido diciendo su música se puede hacer la autobiografía. Ella está de acuerdo. Todas las canciones, también las que son letras ajenas, “responden a un impulso”, entran en su propia vida, no son un postizo en los discos. Nunca. “Todas están elegidas por una emoción”. Y todas se acoplan en su voz como si ella misma las hubiera necesitado “para respirar”. A veces es una casualidad. “La canción No me importa nada me vino de otro, estaba a punto de terminar la grabación del disco. Y mira cómo se ha integrado en mi vida”.
A medida que han pasado los años, la rockera se hizo más íntima, más esencial, y ahora, en este nuevo trabajo, por ejemplo, asoma “todo lo que me está pasando”. “Siempre estoy como entre dos mundos, el real y el onírico, el profesional y el privado, todo unido”. Ahora ya le preguntan poco por su salud, porque ese trago ya se pasó, pero ahí está Vida tóxica como testimonio de lo que sucedía en la parte de acá de la pesadilla, cuando la inspiración viene de un dolor concreto. En este nuevo disco hay diecisiete canciones; canta en italiano, en portugués, en francés, en español. La chica de Boimorto es ahora Luz de todas partes. En Francia, por ejemplo, la condecoran como si fuera suya y la van a oír como si acudieran a escuchar a Vinícius de Moraes disfrazado de Rimbaud.
Tantos idiomas… “Bueno, como me expreso con cierta dificultad, cuando hablo lo hago mal en todas las lenguas; lo tengo muy claro en mi cabeza, pero creo que cuento mejor las cosas cantando que hablando”. Y añade:
–Analizándome fríamente, yo sé que podría ser mucho más impactante si ordenara mis pensamientos.
Te mira con tanta intensidad, sus ojos están tan presentes en la conversación, que parecería que Luz Casal habla así porque habla con los ojos. Quiero saber si es un inconveniente.
–Yo lo considero así porque hay veces que me cuesta hacerme entender, me cuesta tiempo.
–Pero eso ha pasado a formar parte de su ritmo. Luz Casal es así y no echamos de menos a otra.
– Sí, pero uno conoce sus dificultades. Me encantaría tener más fluidez, concretar más, ser más precisa. Por eso empiezo a divagar. Lo que no me gusta, sí lo digo de manera contundente. Puede ser el carácter gallego. Pero no lo tengo claro.
Puede ser el carácter de Luz Casal, que naturalmente divaga, es una barca moviéndose con ella, quizá. En el escenario es así, solitaria, cantando también hacia adentro. Íntima. “Pero sin público no sería yo, podría parecer que hablo sola. Necesito al público… Nunca dejaré la música, nunca, hasta el último suspiro; pero siempre necesitaré al público”.
Hay una canción en este disco que te pone los pelos de punta. Se llamaElla y yo, y Luz la cuenta. “Empieza siendo como la relación que yo entablo con la enfermedad, como si la enfermedad fuera alguien. Luego desemboca en una historia que va más allá, que puede ser perfectamente la de una amistad entre dos personas, y aún va más lejos: que puede ser una historia de amor”. La ambigüedad que la marca es quizá reflejo de la cantidad de poesía que hay en ella cuando se pone a escribir de lo que pasa. “Escucho una canción, una voz, y caigo rendida. Sé pillar el momento”. Ese instante la encuentra trabajando, seguramente. Luego cantar es su naturaleza; la espontaneidad es su marca, viene de la niñez.
“Y de la niñez viene también cierto carácter defensivo. Todos estamos marcados de manera increíble por la infancia. Esa crianza me hace explicarme mucho, y cuando canto canciones de otros me veo dando muchas explicaciones, cuando lo que tengo que decir es que si no me siento impactada soy la peor cantante del mundo. Así que canto lo que me emociona. Y punto”. Y como eso es así, cuando entra en el escenario, con lo ajeno o con lo suyo, “es como si entrara en mi casa”.
Sigue teniendo miedo, o responsabilidad; la vida pesa, la rockera ya no es aquella niña. “Pero tengo ilusión y veo que todavía me falta muchísimo camino. Cuanto más escarbo, más me doy cuenta de todo lo que me estoy perdiendo o me he perdido y quiero bucear en ello, quiero estar en el presente de lo que hay en la música. Quiero conocer el pasado inmediato, ir a las fuentes… Lo que sucede nunca está aislado”. Aquí hay rock, otra vez; canta a Carlos Lencero, “que era un grandísimo amigo que compuso para el mundo flamenco. De todo lo que hay en el nuevo disco es lo que tiene más contundencia rockera en cuanto a sonidos y a composición”.
Es una devoción que no ha disminuido. El rock. Siempre ha ido con ella al escenario. Y ella misma se sigue moviendo por ese fetiche del ritmo que hizo viajar a su generación, hacia dentro y hacia fuera. Durante un tiempo fue la fan Luz y luego fue la rockera Luz Casal; su poética viene de ahí. Ahora es una profesional, “porque no serlo sería para tirarme a los leones. No entiendo mi trabajo no siendo profesional. Es una cuestión casi de educación”.
Convertir tu rabia en pan. Ese verso del nuevo disco es su pintura de este tiempo. Y este otro verso (que se arregla con un vaso de perdón) la lleva a los antiguos garitos, tan presentes en la historia de su música. “¡Siempre hay referencias a tomar copas en mis canciones, ja, ja, ja…! Y siempre un vaso conduce al perdón. La escribí pensando en la multitud de viajes que he hecho, ¡y cada dos por tres tomándome una copa, ja, ja, ja!”.
Siempre la autobiografía. ¿Y cuál sería la canción que la retrata mejor, Luz? “En términos de popularidad, Piensa en mí, y a nivel más personal,Entre recuerdos. Mi unión con mi padre, la pérdida de la inocencia, el recuerdo de la familia… Tengo mucho apego a mi familia y la veo poquísimo. A mi madre intento verla y hablo con ella todas las noches desde hace no sé cuántos años. Soy poco de mirar atrás, pero es porque tengo mi pasado guardado bajo cuarenta llaves. Pero me nutre y me sigue valiendo ese apego a los olores, a los sabores, a los paisajes”.
–¿Y cómo es la conversación ahora con su madre?
–Mi madre, Matilde, tiene 80 años. Ella cree que tiene veinte menos. Mi padre, José, murió en 1995. Ahora tengo la sensación de ser la guía de mi madre, pero es que me parece que siempre fue así. Ellos me dieron ejemplo de esfuerzo, me enseñaron el sentido imperioso de la palabra: lo que se dice, se cumple.
–Viaja mucho, Luz, ¿cómo ve ahora este país desde fuera?
–Un poquito más oscuro, por hablar con tonalidades pictóricas. Ante cualquier crisis, explico lo que pasa desde el yo. Cuando tengo conflictos, procuro apañarme, no quejarme. Es lo que creo que habría que hacer en España: poner nuestro esfuerzo en arreglar las cosas y no perder el tiempo. Desde que me puse enferma por primera vez, siento la necesidad de que no debo perder el tiempo, de que debo hacer un análisis de una situación de una forma favorable para no perderme la puesta de sol. Estar atenta a las cosas que la vida me pueda ofrecer; esos detalles te van a mejorar si eres sensible y no los desdeñas.
Una canción dice: Deberías saber el porqué de tus muchos fracasos. Ella prolonga la canción, golpeando con sus uñas la mesa de madera, el té frío, los ojos grandes diciendo: “Tú eres el responsable de tus fracasos, no me vayas a contar tus milongas como si yo tuviera algo que ver. No. Tú deberías saber por qué”.

Afirma que está en el mejor momento de su vida. “Cansada físicamente, sí, pero sabiendo que tengo recursos, por eso te digo que estoy cómoda en cualquier sitio. He sabido acomodarme, me siento de puta madre, sin miedos”. Ella se asienta, explica, en la palabra equilibrio, ese es su sostén. La rockera en su sitio, mirando como si quisiera hacer viajar a sus ojos. Cuando estuvo muy enferma, un admirador anónimo le envió naranjas cada día de su convalecencia. Ahora, cuando se ríe (¡y cómo se ríe Luz Casal!), parece que de aquello pasó un siglo. Pero nunca se olvidó de las naranjas.