jueves, 14 de julio de 2011

Las 40 trompetas de Agux

Él seguramente no se acordará de aquel momento, porque el olvido también es selectivo; casi tanto como la memoria. O quizá no lo recuerde porque la pequeña historia que voy a contar sea sólo un trasunto antediluviano vivido a orillas de la academia Osma. O puede que sea sólo fruto de mi dulce paramnesia.

El caso es que faltaban sólo unos días para el examen final: el tercero, el del pasmo, el del ser o no estar, el de los indultos; el de los anversos; el que se libraba en el margen del mundo, en la apacible cima del horror.

Y entonces yo, joven aspirante sobre el que pesaba el dudoso honor de haber vivido un año antes aquel mismo abismo, recibí una llamada de teléfono de Agux.

Era una llamada de las de antes, con el 91 delante, de fijo a fijo y sin display de reconocimiento previo. Una llamada en la que me pedía que recitara en prosa los diretes de mi experiencia de aquel mismo día del año n-1.

Y, aunque suene a falsa modestia, lo debí hacer bien, porque el recio tribunal tragó con los dos; quizá porque no querían interrumpir el encanto de aquel principio de amistad.

Y desde entonces vivimos vidas profesionales paralelas, como las de Plutarco; y vidas personales entrelazadas a base de una infalible amistad, como algunas otras de la 9/97 que ahora no recuerdo.

Por eso hoy aplaudo en alto su feliz cuarentena, su primera media mitad, el siguiente punto y seguido de una biografía redonda, cuajada de un vistazo. Y para celebrarlo me vuelvo a dejar crecer la gorra de narrador de otras vidas; vidas que, de alguna manera, también me pertenecen.

Y ahora, para tamizar esta carta de cordialidad e ironía, podría relatar algunas peripecias de su infancia vividas a orillas del Tormes. Pero es que no las conozco. Aunque si lo hiciera casi nadie se daría cuenta del desliz, porque esto de la pluma es sólo cuestión de imaginación y desvarío. Y de más pluma.

Así que antes de regresar al futuro para hablar de su pasión por el jazz y de los dobles fondos donde esconde cedés de la vieja Europa del este, os dibujaré su perfil desde mi inopia ‘de la cántabra’.

Para ello me valdré de las haches mudas y de algún que otro palíndromo y, sobre todo, de un ramillete de palabras especialmente escogidas para que se anoten en el libro de familia que se escribe mientras se comparte la vida.

Empezaré diciendo que al Agux que yo conozco nunca le imagino asistiendo a ningún Concilio de Trento; será porque nunca necesita pedir perdón a sus amigos. O será porque existen demasiadas dudas en la fe.

Seguramente por eso su verdadera vocación no es la de cura, sino la de padre; profesión de riesgo que ejerce como nativo las 24 horas del día, tanto en noches laborables como en fiestas de guardar.

Y hoy, el 14 de julio del pobre de mí de 2011, cumple sus primeros 40 años a bordo del mismo cascarón de siempre, al que ha sumado tres costillas descendientes, todos varones, y mucha retranca compartida con su portal de Belén.

Gascó es un deportista activo, de los que practica en buena lid con la fuerza de un verraco vetón. Por eso no le pega ni el amanerado apelativo de ironman, ni los dopajes con pastillas de diseño.

Es de las personas que no necesita caer para volver a subir, y tampoco se empeña en desenrollar las persianas del revés, porque su cordura no le obliga nunca a querer ser más de lo que es.

A Agux nunca le delatan las torpes explicaciones que están de más; por eso no suele hablar ni del fin del espacio infinito, ni del invisible paso del tiempo. Y aunque se pasa por el forro el decreto ley del aparentar, nunca hace ascos a un buen juego de palabras, de ésos que sabe de antemano sólo conducen a un buen eclipse de mar.

Aunque te parezca un hombre de callados exilios interiores, si te quitas la cal de los ojos y te aflojas el nudo de la garganta, encontrarás un ácido conversador que se rodea de ingeniosas metáforas al calor de sus cuatro paredes.

Y delante de una mesa decorada con una fabada asturiana siempre se comporta con heroico valor, como uno de esos hombres de hierro forjados en tantas batallas que acaban lanzando promesas cuando rebosan los vasos.

Si te da por ser bilingüe en noches de insomnio, su blog te sacará de la mediocridad que te mece, y entonces entenderás que ya se mentía sobre el freejazz antes del mayo de París.

Ya hace tiempo que, de noche en noche, se transforma en nuestro perro lazarillo del jazz; y lo hace sólo para mostrarnos la diferencia entre las puertas falsas y las verdaderas. Pero es que, para los ignorantes que le intentamos seguir, cualquier puerta es válida cuando es el ilegítimo de Tete en la tierra quien nos la intenta mostrar.

Muchas felicidades, gran Agux, a ti te deseo éxitos a pares, y a vosotros otros sólo os deseo amistades simpares como la suya.

Y te mando este rito de amistad en un día de esos que huelen a acontecimiento importante. ¿Qué por qué lo hago? Pues porque unos dicen que es el destino. Otros que es cosa de dos. Otros que es cosa de Dios. Algunos dicen que es la química, como explicación que no explica nada.

Yo digo que el secreto de la auténtica amistad pasa de un tiempo a otro y nadie es capaz de determinar su verdadero sexo y condición.

Fuerte brazo, compañero.

1 comentario:

Agustín Pérez Gasco dijo...

Muchas gracias por el texto, monster.

No, no me acuerdo de aquella llamada, pero sin duda existió y además le viene al pelo esa mítica frase del final de "Casablanca" (los ignorantes pueden consultar la videoteca, la hemeroteca o incluso la discoteca).

Abrazos de un cuarentón a otro!!!